domingo, 26 de octubre de 2008

¡Y GANÓ EVO!

¡Y ganó Evo!
Por Rodrigo López Oviedo

Afortunadamente para el proceso de cambios que está viviendo nuestro hermano pueblo boliviano, las urnas salieron a socorrer a su presidente Evo Morales este pasado domingo, cuando se celebró el primer referendo revocatorio que registra la historia de este país y el segundo de América, y tal vez del mundo, si tenemos en cuenta el que se celebró en Venezuela con la pretensión de retirar del poder a Hugo Chávez Frías.

La votación a favor de Evo se calcula cercana al 67 por ciento de los ciudadanos participantes, con la cual supera el 53 por ciento que obtuvo en la elección que lo llevó a la Presidencia de la República. Se trata de un resultado amasado con grandes dificultades, en medio de la mayor agitación política de los últimos años, y representa un rechazo a las patrañas de las poderosas oligarquías que se resisten a perder los privilegios con que ancestralmente se han visto favorecidas, y de cuyo usufructo ha quedado como resultado una huella de penurias que hace de este pueblo, después de Haití, el más pobre de América Latina y del Caribe.

Pero ese triunfo, que se veía improbable a la luz de los informes de prensa salidos de la propia Bolivia, aumenta su significado al tomar en cuenta que vino acompañado de la revocatoria del mandato en dos de las seis prefecturas (gobernaciones) que están en manos de la oposición y a las cuales hay altas posibilidades de llevar a amigos del proceso en las elecciones de relevo que vendrán próximamente. Y si bien es cierto que una prefectura afecta a Evo Morales también fue objeto de revocatoria, ello no indica que pueda pasar a manos de la oposición, pues dentro de tal jurisdicción también ganaron las fuerzas amigas del Presidente indígena.

El actual período de agitaciones que está sufriendo nuestro hermano pueblo solo es un anuncio de que lo que allí ocurre sí está tocando privilegios indeseables y saldando deudas ancestrales con el grueso de la población. Y aunque lo que se haya hecho no tenga las características que podríamos esperar de un proceso revolucionario propiamente dicho, su importancia es de tal magnitud que ha empujado a las oligarquías de derecha a tan descomunales resistencias que hasta se han atrevido a invocar golpes de Estado y magnicidios, lo mismo que a acudir a estrategias separatistas, encubiertas en ropajes de autonomía. De ninguna de estas reprobables manifestaciones ha sido ajeno el gobierno de Estados Unidos y su embajada en ese país, con lo cual queda demostrado lo que verdaderamente significan los principios democráticos para los usufructuarios del poder cuando están en trance de perderlo.

Al celebrar este triunfo, el pensamiento democrático debe hacerse conciente de que lo que ocurra con el proceso boliviano debe comprometer aún más su solidaridad. Con todo y las limitaciones que cada quien pueda encontrarle, este proceso representa uno de los muchos caminos que pueden tomar nuestros pueblos en su lucha por alcanzar la soberanía, por el establecimiento de un poder distinto al de las oligarquías apátridas, aliadas al imperio, y por la construcción de una alternativa social diferente a la que ofrece el capitalismo y su fracasado modelo neoliberal. Lo que allí está sucediendo nos llena de mayor confianza en la tesis de que un mundo mejor sí es posible.

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