lunes, 28 de diciembre de 2009

KYOTO MURIÓ EN COPENHAGUE

Por Rodrigo López Oviedo

Boicoteada por las potencias, terminó en Copenhague la XV Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático.

De ella se esperaban, para el 2020, al menos dos compromisos que garantizaran posibilidades de vida en nuestro planeta para las nuevas generaciones: Que la emisión de CO2 no superara el 75 por ciento del que se emitía en 1990 y que no se produjera un incremento de la temperatura global superior a 1,5 grados.

Para infortunio de las especies vivas del planeta, quienes decidían en este Evento no eran los representantes legítimos de los pueblos, lo cual habría facilitado el acuerdo, sino, disfrazados de tales, los emisarios del gran capital transnacional, más interesados en conservar las altas tasas de ganancia que en encontrar mecanismos que permitieran preservar para la vida esta gran casa común a la que denominamos Tierra.

La Conferencia pudo estar adornada con la presencia de los representantes de más de 20 mil organizaciones de carácter ambientalista, pero los organizadores no ofrecieron lo que era de esperarse, solo represión, para garantizarles su participación. Esto las llevó a que tuvieran que reunirse en un evento paralelo, del cual no era posible esperar conclusiones que comprometieran a país alguno, aunque sí dos consignas que de seguro iluminarán las acciones futuras de las masas en todo el mundo: “Si el planeta fuera un banco, ya lo habrían salvado” y “No cambiemos el clima. Cambiemos el sistema”

Sindiquemos, entonces, con total justicia, como los grandes responsables del fracaso de la XV Conferencia a los representantes de Estados Unidos y de los más poderosos países de Europa, a los cuales les pareció que la hecatombe terráquea, vaticinada por el mundo científico, podrá escoger a sus víctimas, y que lo hará como lo hace el mismo gran capital cuando actúa como dueño de sus mezquindades contra los trabajadores: a favor suyo y endosándole las pérdidas al resto de la humanidad.

A propósito de mezquindades, referencia especial merece el presidente Uribe, quien llegó a la Cumbre con más interés en aparentar esfuerzos por lograr soluciones que en dar evidencias claras de estarlas buscando. Esto fue lo que hizo con su mentiroso discurso, a través del cual pretendió ocultar las culpas que le pesan como cliente UNO A de Monsanto y del peligroso glifosato.

Y también merecen especial mención, pero con signo contrario, los países agrupados en el ALBA, con Venezuela, Bolivia y Cuba a la cabeza. Con sus pronunciamientos, dejaron señalado con toda claridad el norte al que debemos dirigirnos quienes nos encontramos al sur de la ignominia: dignidad, soberanía, respeto y, por sobre todo, unidad contra el capitalismo, causante como el que más del desastre climático al que la humanidad se halla enfrentada. Especialmente severa fue el ALBA al enjuiciar la actitud de Obama al imponer un documento “cocinado” en la oscuridad de la noche y a espaldas del evento mismo, mientras en el evento paralelo continuaban coreando lo que había que decir: ¡No cambiemos el clima, cambiemos el sistema!

Con las decisiones tomadas, todas carentes de compromisos vinculantes, podemos cantarle un réquiem al Protocolo de Kyoto. ¡En Copenhague le dieron muerte!

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Aprovecho esta ocasión para manifestar mi deseo de pronta recuperación al maestro Benhur Sánchez. Su pluma y sus pinceles tienen aún mucho que aportarle a la cultura en nuestro querido país.

lunes, 21 de diciembre de 2009

QUEJA AL SUPERINTENDENTE DE SALUD

Por Rodrigo López Oviedo

Mientras vacilaba para este comentario entre los temas de la Reunión de Copenhague y el Informe sobre la toma del Palacio de Justicia, me vi en un percance de salud que me resolvió la incertidumbre en favor de la denuncia del hecho al Superintendente de Salud. Los siguientes fueron los términos:


Respetado Superintendente:


Aproximadamente a las 9 A. M. del 30 de Septiembre de 2009, estando de consulta con el otorrinolaringólogo Jaime Ernesto Baquero en los consultorios de la NUEVA EPS de la carrera 5ª con calle 42 de Ibagué, me sobrevino un desmayo con convulsiones y pérdida del sentido de la ubicación. El mencionado doctor Baquero me prestó sus esmerados auxilios y me remitió a urgencias para que me examinara un neurólogo.

Esta remisión demoró más de dos horas en materializarse, pues los funcionarios administrativos de la EPS no hallaban ambulancia ni centro de urgencias con neurólogo a donde me pudieran remitir. Por fin, aproximadamente a las 11.30 A. M., fui remitido a la Clínica Ibagué, pero cuál no sería mi sorpresa al saber que ésta Clínica no disponía de un neurólogo.

Como a eso de las 2.30 P. M., luego de tomarme un TAC y otros exámenes, la Clínica Ibagué me devolvió a la NUEVA EPS con el argumento de que allí encontraría un neurólogo atendiendo las citas del día. No habiendo ya ambulancia, regresé en taxi a la NUEVA EPS, donde efectivamente estaba atendiendo el neurólogo Germán Alonso Palacios. Se imaginará usted mi nueva sorpresa al saber que este hipocrático doctor Palacios se negó a atenderme porque, según dijo, ese lugar no era un centro de urgencias. Al final, sólo pudo lograrse que este profesional revisara el TAC y me formulara fenitoína mientras conseguía una cita.

Para el 22 de octubre de 2009 logré cita con el mismo doctor Palacios. Ese día me formuló nuevamente fenitoína y me ordenó un electroencefalograma. La fecha del encefalograma, inexplicablemente, solo pudo concretarse el 19 de diciembre, día en el que por fin se me practicó el examen, aunque sentado en una silla porque el sitio carecía de camilla, y sosteniendo en mis propias manos una lámpara, pues tampoco se disponía de un trípode.

Y como si lo anterior fuera poco, allí, en pleno examen, mientras sostenía aquella lámpara, me sobrevino una nueva pérdida de conocimiento, con todo y convulsiones. Lo que vino después fue ver a mi esposa que me sostenía en sus brazos al tiempo que clamaba por una camilla, por un médico y por una adecuada atención. Nos sugirieron entonces ir a las urgencias de la Clínica Minerva donde encontré que efectivamente tienen un neurólogo, pero que resultó ser el mismo doctor Palacios que me negó su atención el 30 de septiembre, quien tampoco ahora pudo atenderme porque, ríase señor Superintendente, sólo atiende a los hospitalizados de la Clínica, no a los de urgencias.

Ante lo anterior, cabe preguntar: ¿Nos hemos quedado en la NUEVA EPS sin un servicio tan vital como el de urgencias? ¿Tampoco las clínicas contratadas por LA NUEVA EPS están obligadas a prestarlo? ¿Ni siquiera un aspecto tan sensible como la salud podrá contar con la atención diligente del Estado? ¿Habrá quién le ponga freno al abandono en que vamos quedando los colombianos?

El país espera su respuesta, señor Superintendente.

lunes, 14 de diciembre de 2009

UN DISCURSO CÍNICO Y PREPOTENTE

Por Rodrigo López Oviedo

Leer las palabras de Obama en agradecimiento a su Nobel de Paz es encontrarse con un discurso cínico y prepotente.

Impregnado de ese espíritu de guapetón perdonavidas que parece contagiar a casi cuanto compatriota suyo se hace inquilino de la Casa Blanca, Obama llegó a Oslo con una pieza oratoria que más pareció un galimatías de guerrero pacifista, hecho a propósito para que el Comité Nobel no tuviera pena de reiterarse como otorgante de un Premio que fue establecido para reconocer logros de paz y que terminó entregándolo al presidente de la potencia que, con Alemania, más dolor y muerte ha causado en el mundo.

Aparentando desconocer el protagonismo del aparato de guerra norteamericano, Obama inocentemente confiesa que las manifestaciones de destrucción y muerte que ha sufrido la humanidad obedecen, no en gran parte a la actividad de ese aparato, sino a la inagotable “capacidad de los seres humanos de idear nuevas maneras de matarse”, a que “la maldad sí existe”, a que “la fuerza es a veces necesaria”, y a “las imperfecciones del hombre y los límites de la razón”, ante lo cual él se reserva el derecho de actuar unilateralmente, si es necesario para defender a su país.

Por supuesto que tan enternecedoras palabras no alcanzaron para desteñir siquiera las horribles manchas que cayeron sobre el Comité Nobel al profanar el Premio con el craso error de esta escogencia.

Muchas de las críticas que sucedieron al discurso no fueron más que repetición de las que hubo cuando se supo sobre quién recaería la distinción; solo que ahora estaban confirmadas por los “olvidos” de lo dicho en campaña, aunque más valdría decir que por las certezas de que el presidente de Estados Unidos, quienquiera que sea, no puede ni intentar siquiera torcer la voluntad del estamento industrial – militar de ese país, ni subvertir su papel rector de la política de guerra que establece desde el Pentágono.

Por eso resultan mentirosas las afirmaciones de Obama en el sentido de que Estados Unidos no es responsable de una de las dos guerras en que hoy se encuentra directamente comprometido. Lo es, y no solo de esa. Lo es de casi todas las que vinieron después del holocausto en que nos hundió el fascismo, y lo será de las que vengan si no logramos encontrar el mecanismo que lo haga retroceder en las tesis que expuso su presidente sobre guerras justas y guerras preventivas, a las cuales se puede acudir, según dijo, si se libran como último recurso o en defensa propia y si la fuerza utilizada es proporcional a la de los contrincantes y no se somete a civiles a la violencia.

¡Qué cinismo! ¿Será que las fuerzas que Estados Unidos despliegan en Irak y Afganistán actúan en defensa propia y son proporcionales a las que pueden utilizar los naturales de esos países? ¿Será que lo fueron las que desplegaron en Vietnam, Laos, Camboya o Grenada? ¿Será que las víctimas de estos conflictos no fueron o están siendo fundamentalmente los civiles, como lo fueron casi exclusivamente las de Hiroshima y Nagasaki? Y con respecto a “último recurso”, ¿será que así se seguirá llamando la falta de docilidad de los gobiernos que por carecer de ella terminarán siendo agredidos?

Definitivamente se trató de un discurso cínico y prepotente.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

ESTADO Y JUSTICIA

Por Rodrigo López Oviedo

Según conceptos surgidos y puestos en práctica ante las tareas de reconstrucción que quedaron de la 2ª Guerra Mundial, el Estado social de derecho es la forma como debe organizarse la sociedad para que las distintas ramas del poder público puedan armonizarse y garantizar la justicia social y la dignidad humana.

El Polo Democrático Alternativo ha incorporado ese concepto a su Ideario de Unidad. Allí se define que un Estado social de derecho es el que, además de ser soberano y pluralista, hace efectivos los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de la población, así como los de protesta, organización y huelga, y asegura el respeto de las libertades y garantías democráticas consagradas en la Constitución.

La Constitución del 91 establece que Colombia es un Estado Social de derecho, al cual le corresponde: “Servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos los ciudadanos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo”.

Como puede observarse, no es por carencia de conceptos ni de normas por lo que nuestra población está tan separada de las satisfacciones que se derivarían de un Estado Social de Derecho. Ha sido más bien por falta de gobernantes comprometidos con tales satisfacciones, de una conciencia que la haga sentirse con derecho a exigirlas y de un grado de organización que le garantice posibilidades de éxito en su lucha por reivindicarlas.

Lo que puede conseguir con tantas privaciones es la violación sistemática de sus derechos, como viene ocurriendo, por ejemplo, con el derecho al trabajo. Los dueños del capital esperan obtener altas tasas de ganancia y eso les hace deseable que exista un ejército de desempleados capaz de generar entre los ocupados el temor a ser reemplazados si se dan a cuestionar las condiciones de empleo con que cuentan. Este temor propicia bajos niveles de organización y de lucha y altos grados de impunidad.

Tal vez por ello, el Polo plantea la conveniencia de una reforma a fondo de la justicia. No porque la justicia sea más importante que el empleo, la salud o los demás derechos, sino porque su carencia genera impunidad y autorización para nuevas violaciones. El Ideario de Unidad del Polo aboga por una administración de justicia imparcial, independiente, gratuita y eficaz, al servicio de todos los colombianos. Y así como defiende algunos mecanismos del sistema actual, insta a que sean enriquecidos con procedimientos que los hagan más efectivos.

La acción de tutela es uno de tales instrumentos, pero requiere acompañarse de una escala de castigos crecientes para que no se persista en el incumplimiento de derechos tutelados, como lo hacen, por ejemplo, el Gobierno y las EPS. Ambos saben que son pocos los ciudadanos que se atreven a tutelar, y saben también que de esa indiferencia ante el instrumento se derivan ganancias inmensas para él y para ellas. Establecida esa escala de castigos, el Gobierno quedaría obligado a incluir en el POS los procedimientos y medicamentos tutelados y las EPS a suministrarlos, pues lo contrario los haría objeto de castigos cada vez más severos.