domingo, 26 de octubre de 2008

UNA MARCHA DE GENTE DECENTE

Por Rodrigo López Oviedo

Si para que se retiren las talanqueras que el Gobierno viene atravesándole con disimulo a la marcha del seis de marzo hay que decir que ella no es contra los soldados y policías de la patria, como lo exigió cínicamente el ministro Santos, los organizadores, sin pensarlo dos veces, deberían decirlo. A los millones de colombianos que estamos dispuestos a marchar en esa fecha nunca se nos ha ocurrido señalarlos como los causantes de la bárbara noche que tanto nos aflige. Los culpables están en los grandes salones oligárquicos, que es donde se trazan las estrategias de perpetuación del statu quo y desde los cuales se han orientado los crímenes que se quieren denunciar en la marcha.

No son pues nuestros soldados y policías los que serán objeto del señalamiento, sino quienes los han llevado a desconocer el deber de proteger la vida de los colombianos y les han impuesto el principio de la obediencia debida para que consientan o participen, en connivencia con las hordas paramilitares, en ejecuciones extra judiciales, en la apertura de fosas comunes, en la desaparición de líderes populares, en el hostigamiento a demócratas, a sindicalistas y a periodistas independientes, en el desplazamiento forzado de comunidades enteras y en falsos positivos que sirven tanto para ocultar verdaderos crímenes de Estado como para magnificar inexistentes éxitos contra el terrorismo.

Los convocantes de la marcha, agrupados en el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado en Colombia, han señalado que la marcha será un homenaje a las víctimas del paramilitarismo. El paramilitarismo fue creado por grandes burgueses y terratenientes con el apoyo del narcotráfico y de algunos inversionistas actuales y potenciales de megaproyectos estratégicos. Entre sus víctimas hay más de 3 millones de desplazados, más de 3.500 familias con parientes descuartizados y una congregación política, la Unión Patriótica, salvajemente exterminada, además de más de 5000 exiliados políticos de cuya existencia nadie se acuerda.

La presencia del paramilitarismo llega hasta las más altas esferas del poder político, y compromete a funcionarios de todas las ramas del poder público, incluidos miembros de los organismos de seguridad del Estado, lo cual hace que sus más apetecidas víctimas se encuentren en las filas de la oposición al régimen. Por eso, la mayor parte de sus crímenes merecen el justo calificativo de crímenes de Estado.

Al decir que no son los soldados y policías los que serán señalados en la marcha, no se está desconociendo la participación de muchos de ellos en la comisión de muchos de los crímenes denunciados ni se está negando que se les deba hacer objeto de una cumplida justicia. Simplemente se está elevando el dedo acusador hasta el trono mismo de los autores intelectuales, que son mucho más culpables que los ejecutores materiales por ser determinadores de crímenes que afectan la existencia misma de la sociedad.

Como bien se comprende, la marcha no está programada para que en ella participe todo el mundo. Siendo un acto de protesta contra crímenes que comprometen al Estado y al paramilitarismo, no se verá bien allí a quienes apestan a motosierra ni a quienes han consentido con sus crímenes por acción o por omisión. Por eso los santos y los obdulios no necesitan justificar su ausencia. Allí no los necesitamos. Esta será una marcha de solo gente decente

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