domingo, 26 de octubre de 2008

A PROPÓSITO DE GAITÁN

Por Rodrigo López Oviedo

Si el propósito de los grandes medios fuera el de mantener debidamente informada a la ciudadanía, el sexagésimo aniversario del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán hubiera dado lugar a que se volcaran a recuperar para la memoria de las actuales generaciones unos acontecimientos que hablan mal de la forma como nuestras clases dirigentes han orientado los asuntos públicos.

No fue así. El papel de tales medios se determina en los directorios de las corporaciones oligárquicas y eso los pone en pugna con la verdad. Con motivo de esta conmemoración, realizaron un esfuerzo encomiable que quedó plasmado en importantes páginas de diarios y revistas y en algunas películas de televisión. De ellas habría sido mucho lo que hubiéramos podido aprender si los énfasis los hubieran puesto en las esencias causales de tan dramáticos acontecimientos y no tanto en anécdotas meramente circunstanciales.

En los programas de televisión, por ejemplo, fue mucho más el esfuerzo dedicado a mostrar las miserias espirituales de algunos, no pocos, que se dedicaron a saquear y conseguir beneficios personales en medio de este desgarrador infortunio, que el destinado a mostrar las causas de una hecatombe que encontró su detonante en la muerte del mártir, pero que ya venía acuñándose en la insoportable pobreza que provocaban los egoísmos oligárquicos, y cuyas causas pretendieron disimularlas con el azuzamiento del sectarismo partidista.

Contra ese azuzamiento fratricida se alzaban los impactantes discursos del caudillo, a través de los cuales buscaba la unidad de los pobres contra las castas oligárquicas liberales y conservadoras. En las películas de televisión estaba su voz, pero no su propósito de unidad. Esa voz allí resonaba, pero más a la manera de fondo musical y con la intención de acentuar el dramatismo del programa que como instrumento de denuncia ante la infamia de su asesinato o como estímulo al conocimiento de su pensamiento.

En fin. Con el papel que jugaron en esta celebración, como en muchas otras veces, los grandes medios quedaron en deuda. Ellos están obligados por la Constitución a cumplir la insoslayable tarea de garantizar el derecho de la sociedad a una información limpia, libre y razonable, con todo lo que ello implica en cuanto a sujeción a la objetividad y a la exclusión de cualquier segunda intención que los ponga en riesgo de entrar en riña con la verdad. El servicio que todos estamos en el derecho de esperar de ellos debe estar inspirado en ese deber ético, ya que sin él es imposible que podamos considerarnos en ejercicio del derecho constitucional a estar bien informados.

El pensamiento de Gaitán conserva inmensa vigencia. El bebió en las fuentes del socialismo, pero ni siquiera sus reclamos a favor de la paz y de los humildes han podido concretarse en soluciones que hagan innecesaria su inclusión en la agenda de las reivindicaciones sociales. Pareciera que aquel nueve de abril, con todas las pérdidas que significó en vidas, en bienes y en caos institucional, no hubiera servido a nuestros dirigentes para sacar las lecciones correspondientes. Antes por el contrario, muchas veces más han reincidido en crímenes de parecida significación, como los que cegaron la vida de los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro León-Gómez, o la de tantos otros que se atrevieron a alzar su voz en defensa de los humildes.

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