lunes, 27 de septiembre de 2010

LA PAZ ES MENOS CARA

Por Rodrigo López Oviedo

Según los datos conocidos, la muerte de Jorge Briceño, segundo al mando de las FARC, ocurrió en una operación militar en la que participaron 400 hombres, 30 aviones y 27 helicópteros, y se utilizaron 50 bombas y siete toneladas de explosivos. Con semejante despliegue, lo que en justicia puede decirse es que allí no hubo propiamente un combate que permitiera cantar victoria, y más bien sí un desborde de recursos y tecnología nunca antes conocido en nuestro país y contra el cual ningún poder humano hubiera podido hacer nunca nada.

Ignorante como soy en presupuestos bélicos, no me atrevería a señalar una cifra de costos de esta operación, pero sí podría aventurarme a conjeturar que si iguales fueran los montos que se requirieran para abatir al resto del estado mayor de esta guerrilla, necesitaríamos varios presupuestos anuales de educación o de salud para lograrlo, sin que con ello quedaran resueltos los problemas de la guerra, pues esta se encuba en los cinturones de miseria de los centros urbanos; en las laderas sin agua, sin luz y sin abono de las pocas parcelas que aún quedan en manos campesinas; en el creciente número de cambuches de desplazados y, en general, en todas las manifestaciones de pobreza que sufre nuestro pueblo.

Cuando la Corte Constitucional se manifestó imperativa sobre la necesidad de nivelar el POS subsidiado con el contributivo para eliminar la odiosa discriminación en salud que sufrimos los colombianos, el candidato Juan Manuel Santos se apresuró a incluir tal compromiso entre sus promesas de campaña. Sin embargo, por continuar sumiso ante los dictados imperiales, que son los que han impuesto sobre la paz las prioridades de la guerra, el hoy Presidente no tuvo empacho en hacerle el quite a ese compromiso, respecto del cual ha dicho que sí lo cumplirá, pero dentro de cinco años.

Por eso, en lugar de aprovecharse de este costosísimo golpe para prolongar una guerra en la cual se han utilizado las más sofisticadas armas con resultados favorables apenas sí esporádicos, Santos debería demostrar que efectivamente tiene en sus manos la llave de la paz y que puede utilizarla, pero no para exigir la rendición incondicional de una guerrilla que ha demostrado no tener ningún interés en proceder a ella, sino para tender puentes de acercamiento hacia la paz, aprovechando las reiteradas ofertas de la Iglesia, de los sectores democráticos y de la comunidad internacional. De seguro que estos caminos son menos caros en vidas y recursos y más efectivos en logros, si se abordan con sinceridad, con propósitos previamente concertados y sin las trampas que hicieron fracasar los diálogos del Caguán.





lunes, 20 de septiembre de 2010

AQUELARRE NO DEBE MORIR

Por Rodrigo López Oviedo

De acuerdo con lo dicho por el profesor Julio César Carrión, director del Centro Cultural de la Universidad del Tolima y por nueve años editor de la revista AQUELARRE, esta importante publicación, de inmensa acogida en los medios académicos del país, ha sido condenada a desaparecer por las directivas universitarias. Los recursos financieros requeridos para su publicación no solo no le están llegando, sino que están en riesgo de no volverle a llegar, lo cual la pondría definitivamente por fuera de la retina de quienes, por tener una proximidad más o menos estrecha con los programas culturales de la Universidad, ya nos hemos acostumbrado a sus rigurosos contenidos.

El número de las publicaciones periódicas que desaparecen es elevado. Incluso resulta infinito el de las que no sobreviven a su primera edición, y no sería de preocuparnos por un caso más. Sin embargo, por ser Aquelarre la única en asumir la enorme responsabilidad de irradiar brillo a nombre de una universidad que, como la del Tolima, está obligada a responder a los desafíos que la ciencia y la cultura le plantean a la región, esa desaparición, luego de 18 ediciones, sí que debe preocuparnos.

Sus páginas han servido para ponernos en contacto con personajes comprometidos con el arte, la filosofía, la sociología, la política y cuantas manifestaciones del espíritu más hayan exacervado el interés del ser humano. No ha sido raro encontrar en ellas la coexistencia de seres tan disímiles como Sócrates, Keynes o Borges; tampoco tan próximos a nuestras entrañas como Luis Fernando Rozo, Benhur Sánchez o Vargas Celemín; ni tan de otras latitutudes y tiempos como Hipatia o Sócrates; o desarrollos de temas tan variados como Eros y política, por Rafael Gutiérrez Girardot, o Marcos y los zapatistas, por Ángela Patricia Salamanca Garzón.

En fin, son muchos los motivos que nos harían ver una gran pérdida en la desaparición de Aquelarre, así como inmensa la responsabilidad de quienes pudiendo evitar la ocurrencia de tan deplorable suceso no hiciéremos lo debido por impedirlo.

Por eso debemos acoger como nuestras las preocupadas voces del profesor Carrión, que claman solidaridad para con la revista, e instar a las directivas de la Universidad a que desistan de lo que el propio Carrión ha denominado una “acción persecutoria, revanchista y falaz” contra ella. Necesitamos garantizar que se sigan dando esos orgiásticos rituales de brujas y hechiceros que periodicamente nos traen sus páginas y que podamos seguir en su disfrute los que, amigos impenitentes de las utopías, no aceptamos que la sociedad pueda caer bajo los dictados del pensamiento único, cuyos defensores parecen ser los que se esconden tras estas amenazas.

lunes, 13 de septiembre de 2010

EL DESANGRE DEBE CESAR

Por Rodrigo López Oviedo

Durante el gobierno de Juan Manuel Santos, ya casi medio centenar de miembros de la fuerza pública han visto declinar su existencia a manos de la guerrilla, pero tan lamentable hecho no ha sustraído al Mandatario de su actitud de siempre, la de mirar el conflicto como si este fuera una historieta del Lejano Oeste en la cual hay que jugar al vaquero que más indios mate. Ni siquiera parece percatarse del horror a que están sometidas tanto sus fuerzas como las contrarias y, con unas y otras, sus respectivas familias.

Que el intercambio humanitario no pueda realizarse porque ello sería tanto como equiparar a valerosos servidores públicos con forajidos sin corazón es cosa que nadie entiende. Quien entrega lo malo para a cambio recibir lo bueno está haciendo un gran negocio. Por eso resulta absurdo que Santos se niegue al intercambio, sobre todo cuando sabe que los hombres que tendría que entregar están seguros, aunque hacinados, en las cárceles del país, mientras que sus propios servidores están padeciendo cautivos los horrores de la guerra en las profundidades de la selva.

Ni siquiera un imperativo moral de tan trascendental importancia como es el agradecimiento presiona al Gobierno a favor del intercambio: Con él se le pagaría una enorme deuda a esos compatriotas que están purgando el pecado de haberse comprometido a defender con su vida un orden que muchos, por considerarlo injusto, quisiéramos ayudar a cambiar, aunque por métodos diferentes a los de la guerrilla. Ese imperativo sería suficiente para mover el corazón del Mandatario, pero no nos hagamos ilusiones: de desarreglos morales está llena la historia de nuestros dirigentes.

Los colombianos necesitamos de una política de paz que nos ponga en condiciones de poder aprovechar las potencialidades que se vienen desperdiciando en esta guerra ya cincuentenaria. Las muchas declaraciones hechas en tal sentido, incluidas las de las nuevas autoridades eclesiásticas, así como la reciente de Alfonso Cano, deberían someterse a examen bajo la luz de esa conveniencia patria, pero, sobre todo, poniéndolas en el contexto del anuncio del presidente Juan Manuel Santos de querer impulsar un paquete de reformas, como la relacionada con el problema de la tenencia de la tierra, en la cual está representada una de las banderas fundamentales de los alzados en armas.

De ser cierto ese deseo reformista, allí habría una veta temática en torno de la cual podrían iniciarse conversaciones entre guerrilla y Gobierno, las cuales, adobadas con el intercambio, podrían acercarnos al fin del conflicto. Lamentablemente Santos anda comprometido en reconstruir su imagen, y no serán la paz ni las reformas las que lo separen de tan importante objetivo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

LA PROTESTA NOS ESPERA

Por Rodrigo López Oviedo

Quienes han venido creyendo que el mandato de Santos le reportará al país los beneficios que serían de esperar de un gobierno inspirado en los intereses populares han debido encontrar frustrante la experiencia del pasado 31 de agosto en el Senado de la República, pero tambien confirmatoria de las razones que le asisten al Polo Democrático Alternativo para mantenerse en la oposición.

En la sesión de ese 31 de agosto estaba previsto un debate sobre la responsabilidad oficial en hechos que han conmosionado a la opinión pública, pero en particular el de la fosa común de la Macarena, en la que se supone la existencia de cerca de dos mil cadáveres, correspondientes a “falsos positivos”.

Fue tan flagrante la falta de garantías para que pudiera realizarse ese debate que a la Senadora citante, la profesora Gloria Inés Ramírez, ni siquiera se le facilitaron los servicios técnicos y de televisión necesarios. Esto hacía inocua toda intervensión, pues tampoco asistieron las bancadas de gobierno en número siquiera significativo y ni qué decir de los ministros citados, el de Defensa y la de Relaciones Exteriores, ambos con excusas que nunca se corroborarán.

Pero no es la oposición la que pierde con estas actitudes cómplices con el crimen de quienes deberían ser ejemplo de decoro en el ejercicio del control político. El que pierde es el país al ponerse en desmedro la confianza en una institución congresual que, según el parecer de algunos ingenuos, estaba hecha para redimirse de ese estado de ignominia en que terminó de sumirse durante las últimas legislaturas. El que pierde es el país al permitir que se siga diluyendo la confianza en el futuro que podría construirse con una dirigencia que, a diferencia de la actual, no andubiera tan comprometida en lo que pueda reportarle réditos personales como en el cumplimiento de sus responsabilidades como constructora de nación.

El actual Congreso tiene que abocar una agenda legislativa que incluye las leyes de víctimas y de tierras. Por su relación directa con los intereses de quienes han visto vulnerados sus derechos en los más recientes conflictos, sería de esperar de estos proyectos una discusión juiciosa y ajustada a esas necesidades. Sin embargo, los síntomas indican que la discusión quedará reducida a litros de babas, a no ser que el accionar de la oposición en el Congreso lo acompañemos con una entusiasta movilización ciudadana, como la que han convocado FECODE y la CUT para este próximo nueve de septiembre en defensa del régimen especial de salud del magisterio y otras reivindaciones de carácter más general. Si las calles no se quedan esperándonos, estaremos aportando nuestra valiosa contribución.