lunes, 21 de junio de 2010

UN DISCURSO PARA LA GAVETA

Por Rodrigo López Oviedo

Colombia ha sido desde siempre una finca grande con 100 dueños y mil mayorales. Todos ellos han aprovechado su bicentenario reinado para hacerse merecedores al nada enorgullecedor privilegio de ser la casta oligárquica que más ha logrado separarse de los pobres dentro de la escala de las desigualdades sociales. El triunfo de Juan Manuel Santos es la notificación de que seguiremos igual, aunque algunos, por su discurso de este domingo, han comenzado a soñar con un cambio de estilo en la conducción del país, pues parece que ya no les satisface el que alabaron en Uribe cuando este parecía eterno en sus posibilidades de mando.

Efectivamente, en el discurso del electo Santos, hemos encontrado algunos elementos que marcan diferencia con el estilo pendenciero, egocéntrico y marrullero de Uribe. Invocaciones a la unidad nacional, al respeto a la institucionalidad y al buen gobierno hubiera sido imposible oírlas del actual Mandatario, como también inaudibles de él los propósitos de gobernar sin clientelismo ni corrupción. Santos las pronunció y, según algunos, eso le da derecho a un compás de espera.

También anunció querer normalizar las relaciones con nuestros vecinos, no obstante haber sido él el gestor de las agresiones a Ecuador, Venezuela y Nicaragua, y algunos piensan que vale la pena aceptarle esa promesa como si hubiera nacido de un remordimiento.

Le hemos escuchado su repetida promesa de crear dos millones y medio de empleos y formalizar 500 mil más y su compromiso de atacar la pobreza. En estas promesas y compromisos ha coincidido con muchos mandatarios, pero de ninguno de ellos hemos visto resultados que no sean, por el contrario, favorables a su clase social. Santos, como miembro sobresaliente de esa clase, ha tenido oportunidad de influir para que la pobreza no sea tanta ni tan ensañador el desempleo, pero muy pocos han sido los esfuerzos que se le han visto. Algunos creen que ahora sí se comprometerá en tales logros.

Por este discurso, muchos quisieran creer que Santos intentará salirse de la que ha sido la tradicional actitud de las clases dominantes (siempre reacias a aceptar cualquier cosa que implique reducción de sus ganancias), o que estas clases han comenzado a percibir la necesidad de un cambio ante el peligroso estado de soledad en que se han venido quedando, y que se evidencia en unos índices de abstención que el domingo bordearon el 56 por ciento. Por desgracia, los indicios mayores, que son precisamente los que pueden deducirse de la larga vida pública del electo Presidente y de la conducta de los 100 propietarios y los mil mayorales, hacen pensar que todo ello es vana ilusión.

lunes, 14 de junio de 2010

DOS GALLINITAS PELIGROSAS

Por Rodrigo López Oviedo

Resulta preocupante que el país no solo asista indiferente al bochornoso espectáculo de un Presidente armado de improperios contra las cortes, los jueces y su más importantes fallos, especialmente si afectan a sus íntimos, sino también que abandone toda vergüenza y se apreste a elegirle a una de las dos gallinitas que se pelean el honor de cuidarle sus tres huevitos.

Escudando sus miedos a las cortes internacionales en arrebatos retóricos y aprovechándose de su popularidad, al Presidente lo hemos visto denostar ante casos como el de Jorge Noguera, encarcelado por paramilitarismo, Sabas Pretelt, llamado a juicio por cohecho, y Mario Uribe, procesado por parapolítica. En todos ellos, y en mucho más, ha utilizado los peores términos contra la justicia, e incluso contra personalidades como el premio Nobel de Paz Adolfo Pérez Esquivel, a quien calificó de idiota útil por referirse a su hermano, Santiago Uribe, cuestionado por paramilitarismo.

No hace mucho, la jueza 52 Penal de Bogotá, doctora Jenny Jiménez, profirió condena contra Mario Aranguren, ex director de la Unidad de Investigación y Análisis Financiero, y eso le valió la descalificación presidencial en términos de tan peligroso calibre que la rama jurisdiccional se sintió obligada a realizar un paro en reclamo de protección para su vida.

Otro parecido pronunciamiento presidencial se presentó cuando la jueza Estela Jara condenó a 30 años de prisión al coronel en retiro Luis Alfonso Plazas Vega por el caso de los once ciudadanos desaparecidos en la retoma del Palacio de Justicia en 1985, al tiempo que ordenó compulsar copias para abrir investigación por los mismos hechos contra el ex presidente Belisario Betancur y la línea de mando de las Fuerzas Armadas, la Policía y los organismos de seguridad de entonces.

Todos estos peligrosos señalamientos deberían resultarnos odiosos y sin embargo parecen no afectarnos, como parece no afectarnos el gran riesgo que hay en la propuesta de Uribe, expresada por Juan Manuel Santos, para que la Fiscalía General de la Nación dependa directamente del Presidente de la República. Cuando tal cosa ocurra, muy seguramente no serán necesarias las presiones y amenazas de que han sido objeto fiscales y jueces ni habrá lugar para las protestas gubernamentales ante los fallos judiciales; pero desaparecerá todo asomo de justicia para los colombianos y reinará la impunidad, especialmente para esa bochornosa modalidad delincuencial denominada crímenes de Estado.

Y lo peor es que, en su emulación con Juan Manuel Santos, Antanas Mockus quiera hacerse eco de esa propuesta para redondear sus evidencias de apego al ideario de Uribe. Ello sería la prueba de que, al igual que Juan Manuel, Antanas no es más que otra gallinita peligrosa.