martes, 22 de septiembre de 2009

LA CONSULTA DEL POLO

Por Rodrigo López Oviedo

Nunca como en las calendas que corren se ha hecho sentir tanto la necesidad de que las fuerzas democráticas depongan muchas de sus discrepancias y cierren filas en torno a la recuperación de la esperanza en el futuro del país. No otra es la exigencia que plantea el ver desbocadas a las castas oligárquicas tras el aprovechamiento de unas condiciones que nunca le habían sido tan favorables a su propósito de configurar un Estado que responda más fielmente a sus intereses: letargo de las masas populares, debilidad del movimiento sindical, el Gobierno convertido en directorio político y, como si fuera poco, con dominio casi pleno sobre los grandes medios de comunicación y con ilimitadas posibilidades de modelar a su antojo la opinión ciudadana.

Esto les ha permitido ir desmontando lo positivo de la constitución de 1991, debilitar la oposición mediante procedimientos de guerra sucia, tomarse criminalmente las altas dignidades del Estado, legalizar prácticas políticas inmorales y recortar los derechos de los trabajadores, todo dentro del propósito de elevar las tasas de ganancia y eternizar sus privilegios.

Para alcanzar tan torvos fines, ningún escrúpulo les ha impedido utilizar procedimiento alguno, por más retorcido que sea. Así, por ejemplo, las hemos visto cabalgar sobre el honor de las instituciones de seguridad del Estado, a las cuales han llevado a frecuentes escándalos por desapariciones forzadas, asesinatos fuera de combate de insurgentes y de civiles, chuzadas y tráfico de drogas, entre otras prácticas que desdoran el prestigio que las acompañaba en tiempos ya remotos.
Y si a lo anterior agregamos la violación a la soberanía de países hermanos y la entrega de la propia para que sea pisoteada por fuerzas extranjeras, nos encontraremos con un cuadro cargado de evidencias sobre lo sucios que son los torrentes que corren por nuestra institucionalidad y lo necesitado que está nuestro pueblo de responder con unidad.

Pasos hacia esa unidad son los que está dando el Polo Democrático Alternativo. La consulta que este próximo domingo les hará a los colombianos le permitirá escoger entre Carlos Gaviria Díaz, Gustavo Petro y Édison Lucio Torres al dirigente que enarbolará la candidatura del Partido a la Presidencia de la República en los próximos comicios. Cualquiera de ellos está en condiciones de emprender tan importante tarea, pero necesita aglutinar en torno a sí al mayor número de los colombianos susceptibles de formar fuerza común en la magna empresa de las transformaciones que requiere nuestro pueblo.

Como toda medición social es un procedimiento cuyos resultados influyen positiva o negativamente en el ánimo de los consultados, esta consulta le plantea un compromiso de singular importancia al movimiento democrático, el cual deberá volcarse sobre la ciudadanía en procura de lograr una amplia participación. Cada quien lo hará desde su particular perspectiva, pero todos procurando que sea un canto a la unidad el que se levante en esta jornada.

Yo, por mi parte, hago públicas y reitero mis preferencias por el maestro Carlos Gaviria Díaz y en su beneficio invito a votar a mis lectores. Sin embargo, ello no obsta para que anime también a los seguidores de Gustavo Petro y de Édison Lucio Torres para que hagan lo propio, pues lo que importa es que podamos mostrar un Polo dispuesto a responderle con unidad a esas castas que tan desvergonzadamente nos gobiernan.

LA CONVOCATORIA DE COOPERAMOS

Publicado el 15 de septiembre de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

Para éste próximo sábado, 19 de septiembre, los asociados de Cooperamos en Ibagué hemos sido convocados a elegir a los delegados que habrán de reunirse en Asamblea General cuando se conozcan las decisiones de la Superintendencia de la Economía Solidaria respecto de la reactivación que se aprobó en la Audiencia de Acreedores Internos del pasado 18 de abril.

Convocatorias idénticas ya se surtieron en los municipios que cuentan con un número considerable de asociados, pero, en gracia a la objetividad, es bueno señalar que el resultado final de todas ellas no ofrece muchos motivos para la esperanza. La explicación es sencilla: En un reciente concepto, el doctor Enrique Valderrama Jaramillo, Superintendente Solidario, ha dicho que de acuerdo con lo establecido por el artículo 291 del Estatuto Orgánico del Sistema Financiero y sus decretos reglamentarios, la aprobación de la reactivación de una cooperativa que ha estado en proceso de liquidación requiere de un quórum “del 51 % del monto total de las acreencias internas”.

En este pronunciamiento hay una coincidencia total con los planteamientos que formulé cuando se preparaba la Audiencia del 18 de abril. Desafortunadamente los aborregados miembros de la Junta Asesora atendieron sumisos los silbos de la Agente Liquidadora, doctora Ángela Parra, quien les hizo creer que con 300 asociados era más que suficiente para cumplir con los requerimientos de quórum establecidos, según ella, por los decretos 557 y 558 de 2009.

La importancia del concepto del Superintendente, además de ser de tan importante funcionario, radica en haber sido posterior a la expedición de los mencionados decretos 557 y 558, de los cuales Liquidadora y Junta creían que derogaban el quórum establecido por el Estatuto, pese a que éste tiene fuerza de ley. Esto hace esperar que, al evaluar los acuerdos de la Audiencia, el doctor Valderrama se mantenga en su criterio y, al constatar que allí no hubo nada que se parezca al quórum mencionado, le niegue su respaldo a la reactivación aprobada.

Se trata, por supuesto, de un presagio que no quisiéramos ver cumplido. Por eso necesitamos una asistencia masiva a la jornada del próximo sábado. A mayor número de asociados concurrentes, más favorablemente incentivada puede sentirse la Supersolidaria a pasar por encima de sus propios conceptos y a reconocer la validez de la reactivación, así solo sea por la fuerza de nuestro tardío respaldo a los acuerdos.

Desafortunadamente, esto no lo entendieron quienes dirigen el proceso. De allí el carácter casi clandestino que le dieron a la convocatoria, en lugar de aprovecharla para adelantar la más amplia campaña publicitaria, con la cual habrían estimulado la mayor participación de los asociados en la elección de sus delegados, haciéndoles sentirse a los elegidos verdaderos depositarios de la voluntad mayoritaria de las bases de la Cooperativa.

Pese a lo anterior, he resuelto presentar mi nombre a consideración de los asociados. Me lleva a ello la necesidad de ver que a la dirección de Cooperamos llegue un equipo idóneo, capaz de emprender todos los esfuerzos necesarios para la recuperación de la empresa, o de abocar las tareas conducentes al pronto pago de lo que pueda salvarse de los aportes sociales, todo con arreglo a la voluntad que exprese la Supersolidaria.

A propósito de la Supersolidaria, ¿por cuántas quincenas más tendremos que esperar su pronunciamiento sobre la reactivaciòn?

UNA TAREA DEMOCRÁTICA

Publicado el 8 de septiembre de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

Estando a punto de desplomársenos la ya de por sí carcomida estantería seudodemocrática, a los colombianos nos cabe la responsabilidad de aprestarnos a sacudirla para acelerar su derrumbe o, al contrario, transformarla para que quede a la altura de las necesidades nacionales.

La más clara evidencia del cataclismo reinante la exhibe el Congreso. Hecho jirones por el manejo que le han dado los dueños del poder y sus partidos –tanto los de vieja como los de nueva denominación-, se ha mantenido impertérrito ante las dentelladas de que han sido objeto las instituciones y valores de la nación.

Tal vez las peores de esas dentelladas no sean las que provienen de los mismos congresistas, pero sí en casi todas su concurso ha sido enorme. Inspirados en la prevalencia de sus intereses, muchos han reducido su actuación a ver pasar impávidos esas otras dentelladas, las provenientes del Palacio de Nari, con tal que dejen canonjías suficientes para aceitar las maquinarias electorales que tienen atornillados a algunos a sus curules y las que podrían atornillar a otros.

No otra es la razón de que la gran mayoría de congresistas permanezcan sin espabilarse ante los humillantes ruegos de Uribe para que Estados Unidos le firme un TLC que pondrá en quiebra a quienes no figuren en la lista de los dueños del país.

O de que acepten, con un mutismo rayano en la estupidez, que tropas norteamericanas sean autorizadas para hollar nuestra soberanía y, desde nuestras bases militares, agredir países hermanos.

O de que permanezcan impasibles ante la desviación de los recursos de la salud, la educación y el agua potable hacia el asistencialismo, productor de votos, o hacia la guerra, generadora de muerte.

O de que permitan que las babosadas sobre seguridad democrática –sustentada en falsos positivos- y garantía inversionista –sin efectos sobre el empleo- sirvan de único argumento para que nuestros engatusables compatriotas sean sometidos a la engañosa idea de que solo Uribe puede manejar el país y que por eso debemos apoyarle su nuevo referendo reeleccionista.

Solo de un congreso así puede esperarse el silencio cómplice ante las actuaciones del llamado Cartel de las Tres Letras (léase DAS).

Sólo de un congreso así se podían esperar las trapisondas puestas en juego para lograr la aprobación del proyecto de referendo: complicidad ante la recolección de firmas con recursos de dudoso origen, irrespeto a la literalidad de lo firmado y a la voluntad de los firmantes, indiferencia ante los mayores desequilibrios que se generarán entre los poderes, asedios de ministros y ex ministros, cohechos, simulación de impedimentos, carrusel de habilitaciones y, para no alargar, vulneración de los derechos de la oposición a expresar sus motivos de rechazo al referendo.

De un Congreso que ha actuado de semejante manera es posible esperarlo todo. Incluso que se dé sus mañas para que las exigencias de umbral que demande este referendo se hagan más favorables que las que hoy están vigentes. Incluso que a Uribe se le permita vestirse de triunfador sin necesidad de victoria. De no estar viviendo sus tiempos postrimeros, revocar este Congreso sería de urgente necesidad. Ojalá el que elijamos en los comicios de 2010 pueda liberarnos de tantas desvergüenzas y servir de complemento a los esfuerzos que desde la Presidencia liderará el maestro Carlos Gaviria Díaz para el bien de Colombia.

URIBE EN UNASUR

Publicado el 1o. de septiembre de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

La escasa sensatez con que ha sido manejada la política exterior por parte del presidente Uribe, a consecuencia de la cual lo hemos tenido que ver enredado en un círculo sin fin de dimes y diretes con los países vecinos, nos ha permitido a los colombianos la suerte de tener un mandatario de sólo medio tiempo, pues el otro medio el propio Presidente ha tenido que distraerlo en la defensa de esas actuaciones.

El último episodio no pudo ser más vergonzoso. A raíz de la autorización que diera a Estados Unidos para que utilice siete de nuestras bases militares en reemplazo de la de Manta, Uribe tuvo que comparecer ante los presidentes de UNASUR a explicar los inexplicables motivos que tuvo para tan vergonzoso acuerdo. Era la oportunidad que necesitaba para sacudirse de la sindicación de lacayo del Imperio, que tan justamente le colgó como un inri el presidente Chávez, pero no pudo más que desaprovecharla, resignando su habilidad retórica al mero fruto de aplazar una condena a tan desvergonzada política y a dejarles servidos uno que otro argumentos deleznables a esos incondicionales de oficio que siempre verán un triunfo en cualquier resultado que el primer mandatario pueda entregarle al país, no importa lo mezquino, lo inocuo o lo dañino que sea.

Lo cierto es que al Presidente no podía irle bien. Cada vez son de mayor rechazo los supuestos apoyos militares de Estados Unidos, pues nunca han servido para hallarle salida a conflicto alguno, y mucho menos para acabar con el narcotráfico. Y si bien el rechazo a Uribe por motivos del acuerdo no se vio reflejado en una condena todo lo contundente que los presidentes Chávez, Correa y Morales deseaban, ello obedeció, antes que a la falta de razones, que nunca fueron pocas, a la extrema generosidad de los demás mandatarios, quienes prefirieron aplazarle ese trago amargo para cuando los cancilleres y ministros de Defensa de los países miembros evalúen la letra menuda del acuerdo y confirmen su inconveniencia para Colombia, pero también para los demás países suramericanos.

En esa decisión quedó retratada la extrema condescendencia de nuestros vecinos, que ven en la repetida historia de desaciertos del Presidente Uribe el motivo para un tácito “pobrecito”, antes que una ocasión para caerle encima, sobre todo después de verlo tan reiterado en su actitud de humilde peticionario de perdones. Parece que ignoraran que su contrito corazón jamás le ha dado cabida al propósito de la enmienda que tanto recomendaba el padre Astete. Por el contrario, convencido de que es preferible tener que pedir perdón después que antes permiso, a nuestro Presidente habremos de verlo repetirse en tal actitud, no importa que sea la amada patria la que tenga que pasar la vergüenza de ver a su hijo predilecto otra vez genuflexo ante los mismos de siempre y por motivos parecidos a los de siempre.

A los colombianos nos queda la responsabilidad de recuperar la dignidad nacional, tan suciamente manoseada en provecho de intereses que no son los de nuestro pueblo. Dejar que con ella se siga trapeando, como lo viene haciendo Uribe desde su ascenso a la Presidencia de la República, no nos deparará más que rechazos en el vecindario y el dedo acusador de nuestra propia historia. En las propuestas del Polo está la mejor solución.

UN BALANCE NEFASTO

Publicado el 25 de agosto de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

En reciente debate al Ministro de Agricultura, el senador Jorge Robledo, del Polo Democrático Alternativo, demostraba la justeza de las posiciones del sector democrático cuando, ad portas de la apertura económica, denunciaba la crisis que sobrevendría ante la avalancha de productos extranjeros que sustentaban sus precios en altos subsidios oficiales, en aprovechamiento óptimo de los avances tecnológicos y biotecnológicos, en amplia disponibilidad de capitales y de créditos para atender sus costos y en un clima político y social mucho más satisfactorio que el nuestro. Hoy, 18 años después, las 700 mil toneladas de alimentos que importábamos se nos han convertido en nueve millones ochocientas mil.

La situación es tan grave que ni siquiera los cafeteros están a salvo. Pese a que el precio internacional del grano está excepcionalmente alto, los beneficios no han llegado a sus parcelas, pues han tenido que lidiar con un peso revaluado que les encarece los costos de producción, amén de que las últimas cosechas han perdido considerable volumen. Como si ello fuera poco, últimamente han venido sufriendo, al igual que los algodoneros, de la hasta hace poco impensable pérdida de buenas porciones del mercado interno ante la competencia de granos llegados de otros países.

También es delicada la situación de los productores de leche, de oleaginosas y de panela, pero particularmente la de los arroceros, agravada por un contrabando de proporciones tan descomunales que solo puede darse con la complicidad de las autoridades.

Ahora al Gobierno le ha dado por expedir una serie de medidas supuestamente orientadas a defender la salud de los colombianos, pero con las que realmente ha llegado en socorro de los monopolios que se lucran del campo. Tal es el propósito de prohibir el mercadeo de la leche con personas distintas a los pasteurizadores y las exigencias de que los mataderos y los trapiches paneleros luzcan, respectivamente, como salas de cirugía y chocolaterías suizas, según lo señalado por el mismo senador Robledo.

Por supuesto que el Gobierno no ignora que las carencias viales en inmensas zonas del país impiden el arribo de los pesados carrotanques de las pasteurizadoras, ni que los problemas de crédito, de asistencia técnica, de comercialización, de carestía de los insumos, de concentración y especulación con la tierra, de violencia, etcétera, hacen imposible que la inmensa mayoría de nuestros campesinos puedan acudir a los mercados con una producción tan limpia como la que ahora se les está exigiendo.

Lo que según Robledo sí parece ignorar el mismo Gobierno es que, dada la estructura de nuestra balanza comercial alimentaria, si se presentaran fenómenos que impidieran el ingreso al país de trigo, maíz y cebada, nos veríamos en calzas prietas para consumir tales productos, pero también pollo y cerdo, que se alimentan con productos derivados de maíz importado.

En un país como el nuestro, en el que el 75 por ciento de los trabajadores rurales no alcanza a devengar el mínimo legal y el 27 por ciento está en la indigencia, y en el que la leche se bota para preservar su precio mientras hay niños muriendo de hambre, requerimos de unas políticas agropecuarias más centradas en los intereses del grueso de la población, antes que en los monopolios de la producción de alimentos, en los grandes especuladores de la tierra y en los megaproyectos de las transnacionales.

AUNQUE SOLO SEA MONCAYO

Publicado el 18 de agosto de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

Ya perdí la cuenta del tiempo transcurrido desde cuando las FARC ofrecieron liberar sin contraprestaciones a dos miembros de la fuerza pública que se hayan en su poder, el Cabo Pablo Emilio Moncayo y el soldado profesional Josué Daniel Calvo Sánchez, y entregar el cuerpo de un tercero que murió en cautiverio. Hasta el sol de hoy, tan esperanzadores anuncios no han podido materializarse por la oposición del presidente Uribe, quien desde un comienzo señaló que lo que el país reclamaba era la liberación de todos los cautivos, no entregas por cuentagotas.

Agravando lo anterior, el Presidente sentenció que en la respectiva diligencia no habría espacio para Piedad Córdoba ni para comitiva alguna; que debía garantizarse la máxima discreción a fin de evitar toda publicidad que pudiera derivar en beneficios políticos para los participantes, y que en lugar de la Senadora, la única persona autorizada para establecer contacto con las FARC sería, ¡vaya sorpresa!, el guerrillero fariano Yesid Arteta.

Aguzando un poco la memoria, ya han transcurrido cuatro meses desde aquel anuncio, y de las esperanzas de libertad para Moncayo y compañía solo van quedando desengaños. El país ha asistido impávido al show de intransigencias de un mandatario que no ve bien que se vayan extinguiendo los motivos de nuestro conflicto, así sea por goteo. A Uribe lo seduce la guerra, y más ahora que ha creído comprobar que lo que le conviene de ella no es ganarla, sino convencer a la tribuna de que la está ganando, mientras la perpetúa con sus irresponsables gestos de vaquero del oeste americano, todos contrarios a cualquier iniciativa que tienda así solo sea a su morigeración, pues de paso se perpetúa él.

Yesid Arteta purgó diez años de cárcel por actos de rebelión; jamás desertó ni se acogió a los programas de Justicia y Paz. Al asignarle a él el papel de intermediación con las FARC, que venía desempeñando con tanto éxito Piedad Córdoba, el presidente Uribe quiso bajar de ese escenario a la Senadora para restarle influencia ante una opinión nacional e internacional que veía con buenos ojos su gestión humanitaria en beneficio de todos los colombianos que por causa del conflicto se hallan en cautiverio, tanto en las selvas como en las cárceles, y que vería bien la liberación de tan solo Moncayo y compañía, mientras llega la posibilidad de un acuerdo más totalizante.

Lo que nunca imaginó el Presidente fue que Arteta recordara el conjunto de barullos presentados en pasadas liberaciones, de los cuales pudieron salir airosos los comisionados de entonces sólo por las altas dignidades que ellos encarnaban, por la condición de representantes de países extranjeros que algunos tenían, y por la presencia vigilante de muchos medios de comunicación independientes. Esa memoria, combinada con malicia guerrillera, hizo que Arteta le escurriera el cuerpo a semejante encargo, que más parecía una condena a muerte, y prefiriera seguir a la espera de una oportunidad mejor para servirle a un país por el que pagó caro sus acciones revolucionarias del pasado.

Mientras tanto, Moncayo y Calvo siguen sufriendo las penalidades del cautiverio en una selva inhóspita y una anciana madre se muere en la desesperanza de no poder disponer del cuerpo de su hijo para darle cristiana sepultura. Cosas del corazón que no puede entender quien corazón no tiene.

POR UNA POLÍTICA EXTERIOR DECENTE

Publicado el 11 de agosto de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

En medio del unanimismo que trata de imponérsenos a través de los grandes medios de comunicación, se ha venido generando la intención de insuflarnos la creencia de que, en política exterior, sólo sobre los hombros de Álvaro Uribe recaen las facultades de representación de los colombianos.

Son tan enfáticos algunos comentaristas en la defensa de la anterior apreciación que en ocasiones me han llevado a desear que sea el Presidente quien nos represente, por ejemplo, en las confrontaciones con la selección argentina. En caso tal, ya muy seguramente tendríamos en el olvido aquel fabuloso 5 a 0 que tenemos gravado entre ceja y ceja, pues resultados mejores y más repetidos nos habría traído nuestro Primer mandatario.

En materia de política exterior, ese unanimismo nos ha llegado debidamente adobado con abundantes dosis de patrioterismo, que es uno de los tantos instrumentos ideológicos bajo los cuales se enmascaran los intereses oligárquicos, en muy poco coincidentes con los intereses populares. De allí que hayamos terminado aplaudiendo a un intrépido comando paramilitar que con el silencio cómplice del Gobierno incursionó en tierras de Venezuela con el fin de producir el asesinato del presidente Hugo Chávez. O también el secuestro en las mismas tierras de Rodrigo Granda con el fin de traerlo a purgar sus penas por terrorismo.

En medio de esos sonoros aplausos, olvidamos que el secuestro ha sido tenido por elemento delictivo constitutivo de terrorismo. ¿Será que por haber cohonestado con tan censurable delito extra fronteras, alguna vez veremos sometido al ex presidente Álvaro Uribe Vélez a un juicio por terrorismo internacional? ¿Será que algo de evitar tan extremas consecuencias fue lo que condujo al mandatario a aceptarle al presidente de Francia la petición de liberar al guerrillero fariano sin confesar por qué?

Casos como el del comando paramilitar y el secuestro de Granda no son más que dos botones de muestra en el abundante inventario de indecencias que se han presentado en la ya larga vida pública de nuestro hoy presidente Uribe y en los siete años de su Gobierno. Quien quiera ahondar más en los ejemplos puede buscar en su memoria los aplausos de Juan Manuel Santos ante el golpe de Estado a Chávez; la defensa de los postulados de la guerra preventiva y el bombardeo al Ecuador; los soldados llevados a la guerra de Afganistán y la autorización a Estados Unidos para utilizar como suyas no ya tres, ni cinco, sino siete bases militares colombianas.

Desafortunadamente, los desarreglos en política exterior adquieren un cariz más vergonzoso y reprobable, tal vez por ser la patria misma la que con ellos se desluce al punto de haber tenido que soportar cómo se vacían escenarios internacionales cuando a nuestro Presidente le llega el turno en el uso de la palabra. De allí la necesidad de levantar una gran cruzada por adecentar nuestra política exterior. Habiendo entrado el gobierno de Uribe en su recta final, nos corresponde a los trabajadores, al pensamiento democrático y a las congregaciones de izquierda, pero particularmente al Polo Democrático Alternativo, adelantar una gran campaña dilucidadora en estos aspectos, a fin de evitar que el cuatrienio que se nos avecina pueda seguir siendo más de lo mismo, con el mismo, o con el comodín que el mismo ponga para seguir desarrollando su misma política de vergüenzas.

EL ESTATUTO DOCENTE

Publicado el 4 de agosto de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

Si tenemos en cuenta la singular importancia de las conclusiones del II Encuentro Nacional por el Estatuto Único Docente y el haber sido alcanzadas en medio de la más fraternal y madura discusión, este evento, que se celebró en Bogotá durante los pasados 30 y 31 de julio a instancias de FECODE y al cual concurrieron más de 500 docentes de todo el país, habrá de convertirse en el más importante referente para las luchas del magisterio durante los próximos meses.

Aunque prácticamente se lograron todos los cometidos previstos para el Encuentro, su logro más importante lo constituye el respaldo que alcanzó el proyecto de Ley por medio de la cual se establece el Estatuto Único de la Profesión Docente, instrumento legal que para el magisterio colombiano adquiere tanta significación como la que tiene para el conjunto de los trabajadores colombianos el tantas veces aplazado Estatuto del Trabajo a que alude el artículo 53 de la Constitución Nacional. Sin embargo, y a diferencia de éste, el Estatuto Único Docente ya tiene andado el camino de la amplia discusión entre las bases, además del importante respaldo de las bancadas congresuales del Polo Democrático Alternativo y del Partido Liberal, a las cuales han mostrado disposición de sumarse algunos sectores del uribismo que quieren marchar a tono con las conveniencias nacionales antes que seguir sirviendo al exclusivo capricho del Presidente.

Con este Estatuto, se pretende obtener un instrumento normativo que reivindique la dignidad magisterial, le restablezca al gremio la estabilidad laboral, que resultara tan severamente lesionada con la expedición del decreto 1278 de 2002, y le procure una salvaguarda efectiva a derechos laborales tan importantes como el de tener una carrera docente con claras normas sobre condiciones de ingreso, permanencia y retiro; traslados, ascensos y promociones; régimen disciplinario, actualización profesional, salario digno y demás condiciones académicas y laborales que contribuyan a la elevación de la calidad de vida de los docentes y sustraigan su actividad de la condición de cenicienta que hoy tiene en el universo profesional del país.

Desde hace más de diez años, la educación en Colombia ha venido trasegando por un azaroso camino que la ha llevado a que sus presupuestos se conviertan en instrumento para corregir los desajustes fiscales de los distintos gobiernos. Tal fue el propósito del acto legislativo 001 de 2001, por medio del cual se le puso freno al mejoramiento presupuestal que con noble interés había sido acordado por los constituyentes del 91. El resultado ha sido el desmedro de los derechos de la niñez y de la juventud a una educación que los haga partícipes del progreso científico técnico alcanzado por la humanidad y beneficiarios de las mejores condiciones de vida que tal progreso podría traer consigo si no se lo apropiaran los dueños del gran capital. Pero también, a consecuencia de la misma política, los maestros han visto cómo se deterioran sus condiciones laborales, personales y sociales, al igual que las del personal administrativo ligado al aparato educativo.

A corregirle el rumbo a tales políticas está orientado este Estatuto, pero su aprobación requerirá una vez más de la demostrada combatividad del magisterio colombiano y de la solidaridad en que debemos comprometernos todos los que reconozcamos en la educación el instrumento más valioso que pueda emplearse en la construcción de un mundo mejor.