lunes, 30 de agosto de 2010

¿RESPETO A LOS PARAFISCALES?

Por Rodrigo López Oviedo

Dentro del proceso de reconstrucción de imagen en que está empeñado el presidente Santos, su último paso lo orientó a garantizar ente las Centrales Obreras que las rentas parafiscales no serían desmontadas. Este es un tema de mucha importancia para los trabajadores, ya que las Entidades que se administran con tales rentas, especialmente el SENA y las Cajas de Compensación, han sido el producto de sus más enconadas luchas.

Particularmente útil resulta recordar la historia del SENA, pues, contrario a lo que se piensa, esta entidad no fue el resultado de acuerdos entre Gobierno, empresarios y trabajadores, sino de una lucha en la cual los primeros rechazaron la iniciativa de los trabajadores, y estos, para concretarla, tuvieron que desviar la quinta parta de lo que por entonces recibían por concepto de subsidio familiar hacia la fundación y desarrollo del organismo de capacitación hoy representado en el SENA.

De allí que podamos asegurar que el SENA se financia con plata de los trabajadores, y que no resulta honrado que sus recursos sean objeto de la rapiña a que los somete el sector empresarial, el cual los desvía, con la complicidad del Gobierno, hacia programas de desarrollo tecnológico, competitividad, investigación en ciencia y tecnología y demás actividades de beneficio empresarial, de las que nadie discute su importancia ni la necesidad de que se desarrollen, pero no con la plata de los trabajadores administrada por el SENA.

Similar origen en las luchas obreras tienen las Cajas de Compensación. Pero igual que el SENA, también ellas, en diferentes etapas, han tenido que ver cómo sus recursos se han desviado hacia actividades de salud, educación, vivienda y otras actividades, cuando su idea generatriz fue la de procurar el desarrollo de planes de integración, descanso y vacancia para los trabajadores.

Resulta, pues, poco satisfactorio este compromiso del presidente Santos. Más importante hubiera sido que les garantizara a estas entidades el respeto a su autonomía administrativa para que, a la vez, sus directivos pudieran orientar la totalidad de los aportes parafiscales a los propósitos que generaron su creación. Y mejor aún, que se hubieran concertado pasos para que el manejo de estas entidades pasara definitivamente a manos de los trabajadores, como corresponde al hecho de ser ellos sus financiadores.

Por eso tampoco resultan plausibles las manifestaciones de satisfacción de los dirigentes de las Centrales Obreras ante ese compromiso. No queremos ni pensar siquiera que también ellos estén contagiados de la inexplicable amnesia colectiva que parece ver en el Presidente de hoy a un Santos diferente al nefasto de anteriores gobiernos, responsable de la agudización de la violencia y la generalización de la pobreza

lunes, 23 de agosto de 2010

FORMALIZACIÓN LABORAL Y PRIMER EMPLEO

Por Rodrigo López Oviedo
Los graves problemas de desempleo y subempleo que tenemos en Colombia se podrían atenuar grandemente si a los trabajadores se les garantizara la estabilidad laboral, pues ha sido precisamente la carencia de este derecho la que ha obligado a los hijos del trabajador a salir a competir con su padre por un puesto de trabajo cada vez que este, por haberlo perdido, ha tenido que abandonar sus obligaciones hogareñas. Desafortunadamente, no es tal el propósito al que está orientado el proyecto que cursa actualmente en el Congreso, con el cual se busca expedir la Ley de Formalización y Primer Empleo y del cual no es razonable esperar ningún resultado significativo.

La prueba de lo inocuo del proyecto la da el artículo tercero, cuyo título habla de los incentivos concedidos para la formalización del empleo. Este artículo señala que en tres meses el Gobierno diseñará, evaluará y ajustará programas de desarrollo empresarial dirigidos a la promoción de la formalización. ¿Será que para decir semejante babosada se requiere una ley?

Y señala también que las empresas informales que se inscriban en el Registro Mercantil dejarán de pagar el ciento por ciento del impuesto de renta, de parafiscales, Fosyga y Fondos de Pensiones durante los dos primeros años y el cincuenta por ciento en el tercero. ¿Será que tales beneficios sí entusiasmarán a tantos empresarios informales que nunca han pagado un peso de impuestos? ¿O acaso las de parecido corte relacionadas con el Registro Mercantil?

Ahora bien, ¿será que la inscripción de un empresario en el Registro Mercantil es garantía para que a sus trabajadores se les formalice? ¿No son precisamente las empresas inscritas en tal Registro las más proclives al uso de contratos de prestación de servicios, de outsourcing, de cooperativas de trabajo asociado y demás mecanismos a través de los cuales se informalizan los vínculos con los trabajadores y se violan sus derechos?



Y si el proyecto no sirve para la formalización de 500 mil puestos de trabajo, menos servirá para generar dos millones y medio más. Y tampoco servirá para ello la “generosa” renuncia gradual que han aceptado hacer los gremios de la producción a las deducciones tributarias sobre la inversión en activos fijos. Estas deducciones están actualmente en el 30 por ciento, pero lo más probable es que ya hayan sido aprovechadas en porcentajes tan altos que resulte irrelevante la cacareada renuncia. Ahora bien, tratándose de un beneficio que estaba vigente desde el primero de enero de 2007, podríamos preguntarnos: ¿Será que si el empleo no se impactó positivamente mientras la norma estuvo vigente, tampoco se impactará ahora, y negativamente, con su paulatina desaparición?

lunes, 16 de agosto de 2010

EL FORO DE SAO PAULO

Por Rodrigo López Oviedo

Esta semana sesionará en Buenos Aires el XVI Encuentro del Foro de Sao Paulo. Asistirán representantes de partidos de izquierda y organizaciones sociales de 33 países de América Latina y el Caribe.

Tal vez ningún momento sea más oportuno que este para su realización, y tal vez ninguno haya estado más necesitado que el actual de los análisis que en su seno se suelen producir. Los avances alcanzados por algunas democracias de nuestra región, en las que se han propiciado progresos en aspectos de tanta relevancia como la cohesión social, la educación, la salud, el deporte y la cultura, hacen que veamos en sus experiencias una fuente en la que es conveniente beber, y para ello el Foro de Sao Paulo es un escenario ideal.

Pero también el Foro será ocasión para que los pueblos que han sido menos afortunados en sus conquistas se encuentren con sus pares del continente, pues no exige menos el oscuro cuadro de iniquidades existente en él. En el Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2009-2010, la CEPAL señaló, por ejemplo, que la región experimentó un crecimiento promedio del 4,5 por ciento durante los años 2008-2009, con el cual se sobrepuso a un decrecimiento del 1,9 por ciento en 2007. No obstante, tan satisfactoria recuperación no repercutió en el mejoramiento de la calidad de vida de la población, pues han permanecido inalterables la pobreza y las desigualdades, cuando no es que la riqueza se ha seguido concentrando, sin que siquiera se noten avances sustanciales en los programas que hacen parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

El Encuentro de este año abocará el tema: "Colonialismo en nuestra América, análisis, perspectivas y solidaridad". Esperamos que sus conclusiones sean suficientemente iluminadoras dado el hecho de la cada vez más militarizada presencia de Estados Unidos al sur de sus fronteras y del evidente peligro que ello representa para la estabilidad de algunos gobiernos que se han manifestado dispuestos a transitar caminos distintos a los del Imperio.

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A propósito de eventos, no podemos dejar que pase inadvertida la lindísima celebración del Día Internacional del Cooperativismo que la Asociación de Cooperativas del Tolima (Confecoop-Tolima) realizó el pasado 13 de agosto.

Se trató de una concurrida reunión en la que fueron pocos, pero muy sentidos, los discursos pronunciados y mucha la complacencia de los cooperativistas asistentes.

Especialmente digna de mención es la dedicatoria de esta celebración a las mujeres comprometidas con el mundo solidario y la exaltación que merecidamente se hizo al nombre de varias de ellas.

Para su organizador, el doctor Hernán Osorio, y demás directivos de Confecoop-Tolima, nuestras sinceras felicitaciones.

lunes, 9 de agosto de 2010

NO NOS HAGAMOS ILUSIONES

Por Rodrigo López Oviedo

Algo característico de los candidatos oligárquicos es que en campaña actúan como si fueran de oposición. Alaban lo que hace el mandatario en ejercicio, pero anuncian que lo que habrán de hacer cuando estén en el poder será muy distinto. Esos candidatos son conscientes de que, así las encuestas favorezcan al mandatario, el problema de la olla sin hueso se hará sentir en las urnas, y ellos se comprometen a resolverlo. O al menos, estando en campaña, necesitan hacer creer que se resolverá. Por eso, terminan habiendo tantas coincidencias entre las demagógicas promesas oligárquicas y las propuestas de la oposición; y por eso los discursos de posesión de los oligarcas electos no pasan de ser un sartal de mentiras, que la gente necesita oír para hacerse a la ilusión de que hubo un verdadero relevo y de que ahora sí cesarán las privaciones en las que siempre han tenido que vivir.

El discurso de Santos fue precisamente eso: un inventario de las cosas que se han dejado de hacer, especialmente durante los más recientes mandatos. Siendo tan largo ese listado, pero especialmente, tratándose de cosas que tienen que ver con la satisfacción de las necesidades más apremiantes de los colombianos y de su cohesión social, resultaría inexplicable la popularidad con que terminó Uribe si no fuera por el inmenso apoyo que recibió de los medios de comunicación. Lo peor es que al igual que todos los discursos de posesión de los anteriores mandatarios, el de Santos también pasará a la historia como una lista más de promesas incumplidas y, al igual que tales mandatarios, también él contará con la absolución de esos grandes medios.

En lo que sí parece que habrá novedades es en el estilo de gobernar. O al menos hagámonos esa ilusión, pues resultaría inaguantable que el estilo pendenciero de estos ocho años tuviéramos que sufrirlo por otros cuatro más. De esa necesidad es consciente el propio Santos, y así se lo dijo a Uribe, como disculpándose: “a veces podemos diferir en la forma de llegar”. Eso, en plata blanca, significa que el puerto de los propósitos oligárquicos siempre es el mismo; lo distintos son los caminos que utilizan para arribar, aunque algunas veces se les entrecruzan por complicidades, como lo están los de Santos y Uribe.

En lo demás, no nos hagamos ilusiones. Por más que la ceremonia de posesión del presidente Juan Manuel Santos haya dejado entrever otra cosa, durante los próximos cuatro años, que ojalá no se nos vuelvan ocho, seguiremos viendo cómo los mismos de siempre siguen repartiéndose la hacienda pública y utilizando los resortes gubernamentales en su exclusivo beneficio.

martes, 3 de agosto de 2010

ENTRE LA TUZODEZ Y EL FRACASO

Por Rodrigo López Oviedo

Calificar las dos presidencias de Uribe es imposible sin alguna dosis de apasionamiento. El propio mandatario fue un apasionado en el cumplimiento de las tareas que se propuso desde cuando sus discrepancias con el plan de paz de Pastrana lo hicieron sentirse llamado a “corregir” los destinos de la nación.

El primer acierto del ahora saliente presidente fue el de haber sabido interpretar las coincidencias entre sus propósitos personales y los de la derecha. Para este sector era inaplazable la necesidad de ponerle fin a un proceso de paz que semanalmente reunía en el Caguán a cientos de compatriotas que reclamaban soluciones urgentes a sensibles problemas de décadas. También a Uribe le preocupaba que culminara felizmente el mismo, pues intuía los castigos que podría traer consigo, tanto para las hordas paramilitares que se ensañaban con la población, como para quienes las habían apoyado desde los despachos oficiales. En tales condiciones, la alianza era inevitable. A respaldarla adudieron presurosos los grandes grupos econòmicos y los medios masivos de comunicación, sin importar que las primeras encuestas favorecieran al candidato en ciernes con un escaso dos por ciento. Lo importante era que este lanzafuegos oligárquico demostraba, cual Hopalong Cassidy, arrestos suficientes para granjearse los aplausos del más exigente de los rodeos mientras les garantizaba la continuidad en el disfrute de sus intereses.

Uribe llegó a la Presidencia dispuesto a acabar en pocos meses con las FARC. El que ocho años después continúe en ese intento, sin eximirse siquiera de buscar a sus cabecillas en los países vecinos, demuestra la tozudez de que se deja embargar cuando de sacar adelante sus propósitos se trata; pero también de su ostensible fracaso en esa política. Hoy las FARC, pese a que han sufrido algunos duros golpes (aunque no tantos como dice el Gobierno, pues hay que restar de sus cuentas los crímenes mal denominados falsos positivos), todavía están en condiciones de dar sensibles golpes a la fuerza pública y de hacer imperativa la presencia de esta en las carreteras para que todos podamos cantar: “¡Vive Colombia, viaja por ella!”.

Se trata  entonces de un fracazo,  junto al cual Uribe  le quedó debiendo al país  soluciones relacionadas con desplazamientos,  terrorismo  de estado  y de los paramilitares,  watergates, impunidad , derechos  humanos, persecución a quienes piensan diferente, corrupción, desempleo, quiebra de la salud y de la educación, crisis fiscal,  concentración  del   ingreso,  destrucción   del  agro,  cinturones  de  miseria,  soberanía  y  relaciones interrnacionales. En  lo  que  sí  no  fracasó  fue  en hacer  del país  un paraíso fiscal para los poderosos y en conservar el apoyo de los medios para mantener en alto su popularidad.