domingo, 26 de octubre de 2008

CUBA: UNAS ELECCIONES EJEMPLARES

Por Rodrigo López Oviedo

Para ejemplo del mundo, el 96 por ciento de los cubanos mayores de 16 años salieron este domingo a cumplir con el deber ciudadano de elegir entre los candidatos de su predilección a los que habrán de desempeñarse como miembros de las Asambleas Provinciales y diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Índices de participación de esta envergadura no pueden ser exhibidos por ningún otro país, a pesar de los ingentes recursos económicos que suelen derrocharse en las campañas.

La vida electoral en Cuba es sumamente atípica. Allí las campañas están orientadas a que los electores fijen su atención específicamente en la calidad intrínseca de los candidatos, en sus iniciativas y en las orientaciones generales que a su juicio deben dárseles a los destinos de la nación. Para los cubanos son desconocidas las promesas electoreras, la compra de votos, los derroches multimillonarios en campañas publicitarias y los demás distractores a través de los cuales es tan frecuente que se persiga entre nosotros enajenar la voluntad del elector.

Entre los candidatos cubanos no es frecuente que se escuchen diatribas o descalificaciones ni que se les vea hurgar en la vida privada de los demás competidores. Toda la parafernalia que es tan común en otros países, y con la cual se busca embolatar al ciudadano, se reduce en Cuba a asambleas esclarecedoras, celebradas en cada circunscripción electoral, en las cuales los ciudadanos postulan a sus candidatos. Ya en campaña, estos se dedican con exclusividad a la presentación y defensa de sus iniciativas, siendo indispensable que lo hagan en reuniones proselitistas a las cuales haya sido convocada la totalidad de los candidatos, pues no está autorizada la campaña de ninguno de ellos a espaldas de los demás.

La propaganda oficial, tanto la del Estado como la del Partido Comunista (que no está autorizado para candidatizar a nadie), se circunscribe exclusivamente a la presentación masiva de las fotografías y de los resúmenes biográficos de todos los candidatos y a animar la participación ciudadana, sin que se puedan hacer insinuaciones que vayan a favor o en contra de alguno de ellos.

A diferencia de lo que ocurre en Colombia, la actividad electoral entre los cubanos no está circunscrita al mero acto de votar por los candidatos que los cacaos de la política le impongan. Muy por el contrario, ese pueblo sabe y siente que su sistema electoral promueve verdaderamente su participación democrática al facultarlo para escoger a los candidatos, postularlos, elegirlos y controlarlos, pudiendo incluso revocarles el mandato cuando quiera que incurran en fallas en el desempeño de sus funciones. En esto aventajan a la casi totalidad de los países del mundo, en los cuales la elección se hace por períodos específicos, sin que pueda voluntad alguna oponerse a su culminación, salvo que existan fallos judiciales que así lo ordenen.

Las campañas son, entonces, una auténtica escuela de democracia. A través de ellas, los cubanos elevan su conciencia sobre los problemas, las alternativas y los recursos disponibles para resolverlos, lo cual les da fundamento sólido para decidir acerca de los candidatos que a su juicio han de conducir el país. Esto explica que la participación electoral, siendo libre, sobrepase los niveles de cualquier otra parte del mundo, llegando en esta ocasión, como ya se dijo, al 96 por ciento. ¡Qué envidia!

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