domingo, 26 de octubre de 2008

INFAMIA Y SUERTE

Por Rodrigo López Oviedo

Luego de la crisis diplomática que desatara la violación de la soberanía ecuatoriana el pasado primero de marzo y de los agites a que diera lugar tan deplorable hecho, el presidente Uribe debe darse por bien servido. Tras ordenar la invasión y saberse descubierto, nuestro Mandatario creíase merecedor a una censura afrentosa de parte de la OEA y del Grupo de Río, pero no hubo tal. Su defensa en los salones de la diplomacia, que más bien debió ser en los estrados judiciales, solo dejó un par de resoluciones en contra de su Gobierno. Con razón lo vimos exultante, como si celebrara un triunfo, en medio de unos cuantos aplausos, fáciles de conseguir por cierto en ese ambiente de hipocresía institucionalizada que llamamos diplomacia.
Al Presidente Ecuatoriano, por el contrario, los resultados alcanzados, especialmente el de la Cumbre, han debido resultarle deprimentes. Pero no por no haber logrado que el colombiano pidiera perdón por su falta y se comprometiera a no perseverar en ella, o porque los demás países no hubieran reconocido la justeza de su queja, que todos estos fueron objetivos plenamente alcanzados, sino por haber descubierto la desvergüenza con que un mandatario, hasta hace poco amigo, exhibía en soledad, pero cínicamente, la canallada de una traición. Al presidente Uribe ha debido quedarle estampada la impresión de que cuando el mandatario Correa le dio la espalda no fue para que le tomara medidas para un vestido, sino para reiterarle con absoluta franqueza que él, Correa, iría a conservar hasta la tumba su indignación por la infamia cometida contra su pueblo.
Si ha habido coincidencias entre los muchos comentarios que salieron de la Cumbre, tal vez la más destacable sea la de la sorpresa que produjo el intempestivo viraje de un evento que tenía todas las trazas de quererse alargar en los dimes y diretes del presidente Uribe con la mayoría de los demás presidentes, que se mostraban solidarios con Ecuador. Un discurso de Hugo Chávez, inusualmente conciliatorio pero como de ajedrecista, justificado solamente por la necesidad de ponerle pronto fin a un impasse que ya causaba grandes pérdidas a modestos comerciantes fronterizos y detrás del cual se hallaba la mano del Imperio, hizo que se le pusiera punto final a la discusión y que ni siquiera se abordara la propuesta del propio Chávez de conformar una comisión internacional que, al estilo de la de Contadora, asumiera la tarea de buscar entendimientos entre Uribe y las FARC con miras a encontrarle una salida consensuada al conflicto colombiano.
La conformación de esa Comisión sí que hubiera coronado éste Evento con un castigo justo para la canallada de un Uribe que, empecinado en negar la existencia del conflicto y en llevar a la guerrilla a su exterminio a cualquier costo, ha generado el actual escalamiento del conflicto, con todo el negativo impacto que empieza a percibirse en las fronteras vecinas.
Sí, Uribe es una persona definitivamente suertuda: Su osadía quedó disimuladamente impune, además de que sus hombres dieron de baja a Raúl Reyes y un desertor asesinó a Iván Ríos. Por fortuna, todos estos acontecimientos no lograron distraernos del compromiso de la marcha del seis de marzo y nuestro pueblo logró cumplirlo más que decorosamente, demostrando que aún le quedan muchas reservas democráticas y que la anhelada paz es posible.

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