domingo, 26 de octubre de 2008

RAÚL REYES: EL MUERTO QUE NO ERA

Raúl Reyes: El muerto que no era
Por Rodrigo López Oviedo
Sin medir el daño que finalmente causó a su imagen y a nuestras relaciones internacionales, las Fuerzas Armadas de Colombia incursionaron en territorio ecuatoriano con el fin de dar de baja a un grupo guerrillero, dentro del cual se encontraba Raúl Reyes, miembro del Secretariado de las FARC.
Se trató, por cierto, de un acto de extremismo guerrerista que hizo volcar hacia el hermano pueblo la solidaridad de varios países, especialmente la contundente de Venezuela, mientras que a Colombia ni siquiera le han llegado los consuelos del fiel amigo de su Gobierno, el señor Bush.
La situación ha evolucionado en términos tan desfavorables para Uribe que sus ministros y altos funcionarios han tenido que irse turnando ante los micrófonos para rectificar el uno al otro, como en el caso del Canciller al Min Defensa, o para echarle leña al fuego, como en el del general Naranjo, quien presentó unas supuestas pruebas de contubernio entre el presidente Correa y Raúl Reyes, las cuales ya fueron objeto de reparos por parte del Viceministro de Defensa ecuatoriano.
Todas estos hechos deberían llenarnos de vergüenza: Los guerrilleros fueron dados de baja mientras dormían, la masacre ocurrió con invasión territorial al vecino país, la opinión pública fue objeto de burla por parte de unos funcionarios que le falsearon los hechos y hasta nuestro propio Presidente fue tachado de mentiroso, lo cual no es la primera vez que ocurre. ¡Qué vergüenza!
Claro que a muchos esto no parece importarles. Sobre todo a quienes han sido victimizados con ese ablandamiento de conciencia a que han sido sometidos desde los grandes medios con el fin de neutralizarlos ante cualquier iniciativa que pueda desembocar en el intercambio humanitario y la paz. Por eso andan complacidos con la desaparición de Raúl Reyes.
Si bien se examinan las cosas, Raúl Reyes era la voz de las FARC que más hablaba de intercambio humanitario y de negociaciones de paz. Raúl Reyes era al que veíamos preocupado por el éxito del proceso del Caguán y el que salió por Europa a buscarle respaldo internacional. Fue él quien lideró desde la orilla guerrillera la conquista de escenarios para un acuerdo humanitario y quien anunció las entregas unilaterales realizadas hasta hoy. Raúl Reyes era, entonces, la voz de la paz dentro de la guerrilla. Su muerte es la del muerto equivocado y solo pueden celebrarla Uribe y los de su caverna.
Los colombianos estamos en la obligación de exigirle al Gobierno un replanteamiento en esa posición guerrerista que amenaza con dejarnos convertidos en un gran cementerio y sin quien nos llore en el vecindario. La marcha del seis de marzo es una gran oportunidad para que nos hagamos sentir. En ella debemos estar los que creemos que hay que imponerle límites al poder oligárquico y exigirle sinceras acciones de paz, como son las encarnadas en las consignas que enarbolan sus organizadores. Junto a la reparación que demandan las víctimas de la violencia paramilitar y de los crímenes de Estado y el castigo a sus autores, exigiremos el intercambio humanitario y la paz. Pero también demandaremos como constituyentes primarios que se imponga la armonía como propósito de las relaciones con nuestros vecinos en lugar de estar incendiando las fronteras. Así de importante es la marcha del próximo seis de marzo.

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