martes, 22 de septiembre de 2009

URIBE EN UNASUR

Publicado el 1o. de septiembre de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

La escasa sensatez con que ha sido manejada la política exterior por parte del presidente Uribe, a consecuencia de la cual lo hemos tenido que ver enredado en un círculo sin fin de dimes y diretes con los países vecinos, nos ha permitido a los colombianos la suerte de tener un mandatario de sólo medio tiempo, pues el otro medio el propio Presidente ha tenido que distraerlo en la defensa de esas actuaciones.

El último episodio no pudo ser más vergonzoso. A raíz de la autorización que diera a Estados Unidos para que utilice siete de nuestras bases militares en reemplazo de la de Manta, Uribe tuvo que comparecer ante los presidentes de UNASUR a explicar los inexplicables motivos que tuvo para tan vergonzoso acuerdo. Era la oportunidad que necesitaba para sacudirse de la sindicación de lacayo del Imperio, que tan justamente le colgó como un inri el presidente Chávez, pero no pudo más que desaprovecharla, resignando su habilidad retórica al mero fruto de aplazar una condena a tan desvergonzada política y a dejarles servidos uno que otro argumentos deleznables a esos incondicionales de oficio que siempre verán un triunfo en cualquier resultado que el primer mandatario pueda entregarle al país, no importa lo mezquino, lo inocuo o lo dañino que sea.

Lo cierto es que al Presidente no podía irle bien. Cada vez son de mayor rechazo los supuestos apoyos militares de Estados Unidos, pues nunca han servido para hallarle salida a conflicto alguno, y mucho menos para acabar con el narcotráfico. Y si bien el rechazo a Uribe por motivos del acuerdo no se vio reflejado en una condena todo lo contundente que los presidentes Chávez, Correa y Morales deseaban, ello obedeció, antes que a la falta de razones, que nunca fueron pocas, a la extrema generosidad de los demás mandatarios, quienes prefirieron aplazarle ese trago amargo para cuando los cancilleres y ministros de Defensa de los países miembros evalúen la letra menuda del acuerdo y confirmen su inconveniencia para Colombia, pero también para los demás países suramericanos.

En esa decisión quedó retratada la extrema condescendencia de nuestros vecinos, que ven en la repetida historia de desaciertos del Presidente Uribe el motivo para un tácito “pobrecito”, antes que una ocasión para caerle encima, sobre todo después de verlo tan reiterado en su actitud de humilde peticionario de perdones. Parece que ignoraran que su contrito corazón jamás le ha dado cabida al propósito de la enmienda que tanto recomendaba el padre Astete. Por el contrario, convencido de que es preferible tener que pedir perdón después que antes permiso, a nuestro Presidente habremos de verlo repetirse en tal actitud, no importa que sea la amada patria la que tenga que pasar la vergüenza de ver a su hijo predilecto otra vez genuflexo ante los mismos de siempre y por motivos parecidos a los de siempre.

A los colombianos nos queda la responsabilidad de recuperar la dignidad nacional, tan suciamente manoseada en provecho de intereses que no son los de nuestro pueblo. Dejar que con ella se siga trapeando, como lo viene haciendo Uribe desde su ascenso a la Presidencia de la República, no nos deparará más que rechazos en el vecindario y el dedo acusador de nuestra propia historia. En las propuestas del Polo está la mejor solución.

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