martes, 22 de septiembre de 2009

POR UNA POLÍTICA EXTERIOR DECENTE

Publicado el 11 de agosto de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

En medio del unanimismo que trata de imponérsenos a través de los grandes medios de comunicación, se ha venido generando la intención de insuflarnos la creencia de que, en política exterior, sólo sobre los hombros de Álvaro Uribe recaen las facultades de representación de los colombianos.

Son tan enfáticos algunos comentaristas en la defensa de la anterior apreciación que en ocasiones me han llevado a desear que sea el Presidente quien nos represente, por ejemplo, en las confrontaciones con la selección argentina. En caso tal, ya muy seguramente tendríamos en el olvido aquel fabuloso 5 a 0 que tenemos gravado entre ceja y ceja, pues resultados mejores y más repetidos nos habría traído nuestro Primer mandatario.

En materia de política exterior, ese unanimismo nos ha llegado debidamente adobado con abundantes dosis de patrioterismo, que es uno de los tantos instrumentos ideológicos bajo los cuales se enmascaran los intereses oligárquicos, en muy poco coincidentes con los intereses populares. De allí que hayamos terminado aplaudiendo a un intrépido comando paramilitar que con el silencio cómplice del Gobierno incursionó en tierras de Venezuela con el fin de producir el asesinato del presidente Hugo Chávez. O también el secuestro en las mismas tierras de Rodrigo Granda con el fin de traerlo a purgar sus penas por terrorismo.

En medio de esos sonoros aplausos, olvidamos que el secuestro ha sido tenido por elemento delictivo constitutivo de terrorismo. ¿Será que por haber cohonestado con tan censurable delito extra fronteras, alguna vez veremos sometido al ex presidente Álvaro Uribe Vélez a un juicio por terrorismo internacional? ¿Será que algo de evitar tan extremas consecuencias fue lo que condujo al mandatario a aceptarle al presidente de Francia la petición de liberar al guerrillero fariano sin confesar por qué?

Casos como el del comando paramilitar y el secuestro de Granda no son más que dos botones de muestra en el abundante inventario de indecencias que se han presentado en la ya larga vida pública de nuestro hoy presidente Uribe y en los siete años de su Gobierno. Quien quiera ahondar más en los ejemplos puede buscar en su memoria los aplausos de Juan Manuel Santos ante el golpe de Estado a Chávez; la defensa de los postulados de la guerra preventiva y el bombardeo al Ecuador; los soldados llevados a la guerra de Afganistán y la autorización a Estados Unidos para utilizar como suyas no ya tres, ni cinco, sino siete bases militares colombianas.

Desafortunadamente, los desarreglos en política exterior adquieren un cariz más vergonzoso y reprobable, tal vez por ser la patria misma la que con ellos se desluce al punto de haber tenido que soportar cómo se vacían escenarios internacionales cuando a nuestro Presidente le llega el turno en el uso de la palabra. De allí la necesidad de levantar una gran cruzada por adecentar nuestra política exterior. Habiendo entrado el gobierno de Uribe en su recta final, nos corresponde a los trabajadores, al pensamiento democrático y a las congregaciones de izquierda, pero particularmente al Polo Democrático Alternativo, adelantar una gran campaña dilucidadora en estos aspectos, a fin de evitar que el cuatrienio que se nos avecina pueda seguir siendo más de lo mismo, con el mismo, o con el comodín que el mismo ponga para seguir desarrollando su misma política de vergüenzas.

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