martes, 22 de septiembre de 2009

UNA TAREA DEMOCRÁTICA

Publicado el 8 de septiembre de 2009
Por Rodrigo López Oviedo

Estando a punto de desplomársenos la ya de por sí carcomida estantería seudodemocrática, a los colombianos nos cabe la responsabilidad de aprestarnos a sacudirla para acelerar su derrumbe o, al contrario, transformarla para que quede a la altura de las necesidades nacionales.

La más clara evidencia del cataclismo reinante la exhibe el Congreso. Hecho jirones por el manejo que le han dado los dueños del poder y sus partidos –tanto los de vieja como los de nueva denominación-, se ha mantenido impertérrito ante las dentelladas de que han sido objeto las instituciones y valores de la nación.

Tal vez las peores de esas dentelladas no sean las que provienen de los mismos congresistas, pero sí en casi todas su concurso ha sido enorme. Inspirados en la prevalencia de sus intereses, muchos han reducido su actuación a ver pasar impávidos esas otras dentelladas, las provenientes del Palacio de Nari, con tal que dejen canonjías suficientes para aceitar las maquinarias electorales que tienen atornillados a algunos a sus curules y las que podrían atornillar a otros.

No otra es la razón de que la gran mayoría de congresistas permanezcan sin espabilarse ante los humillantes ruegos de Uribe para que Estados Unidos le firme un TLC que pondrá en quiebra a quienes no figuren en la lista de los dueños del país.

O de que acepten, con un mutismo rayano en la estupidez, que tropas norteamericanas sean autorizadas para hollar nuestra soberanía y, desde nuestras bases militares, agredir países hermanos.

O de que permanezcan impasibles ante la desviación de los recursos de la salud, la educación y el agua potable hacia el asistencialismo, productor de votos, o hacia la guerra, generadora de muerte.

O de que permitan que las babosadas sobre seguridad democrática –sustentada en falsos positivos- y garantía inversionista –sin efectos sobre el empleo- sirvan de único argumento para que nuestros engatusables compatriotas sean sometidos a la engañosa idea de que solo Uribe puede manejar el país y que por eso debemos apoyarle su nuevo referendo reeleccionista.

Solo de un congreso así puede esperarse el silencio cómplice ante las actuaciones del llamado Cartel de las Tres Letras (léase DAS).

Sólo de un congreso así se podían esperar las trapisondas puestas en juego para lograr la aprobación del proyecto de referendo: complicidad ante la recolección de firmas con recursos de dudoso origen, irrespeto a la literalidad de lo firmado y a la voluntad de los firmantes, indiferencia ante los mayores desequilibrios que se generarán entre los poderes, asedios de ministros y ex ministros, cohechos, simulación de impedimentos, carrusel de habilitaciones y, para no alargar, vulneración de los derechos de la oposición a expresar sus motivos de rechazo al referendo.

De un Congreso que ha actuado de semejante manera es posible esperarlo todo. Incluso que se dé sus mañas para que las exigencias de umbral que demande este referendo se hagan más favorables que las que hoy están vigentes. Incluso que a Uribe se le permita vestirse de triunfador sin necesidad de victoria. De no estar viviendo sus tiempos postrimeros, revocar este Congreso sería de urgente necesidad. Ojalá el que elijamos en los comicios de 2010 pueda liberarnos de tantas desvergüenzas y servir de complemento a los esfuerzos que desde la Presidencia liderará el maestro Carlos Gaviria Díaz para el bien de Colombia.

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