lunes, 26 de julio de 2010

TRAS EL CONFLICTO CON VENEZUELA

Por Rodrigo López Oviedo

Según algunos analistas, detrás de la nueva edición de El parto de los montes que dio al traste con lo que quedaba de relaciones con Venezuela está el deseo de Uribe de tender una cortina de humo sobre el espectáculo de horror que se descubrió en la Macarena, donde la apertura de una fosa común lanzó a los cuatro vientos una evidencia más de la putrefacción de su gobierno: dos mil cadáveres de inocentes colombianos, asesinados por la fuerza pública, según se puede deducir de las reacciones de Uribe, las declaraciones de testigos y la colindancia de la fosa con un cuartel del Ejército.

Al servir de obstáculo a las supuestas intensiones de Juan Manuel Santos de normalizar las relaciones con el hermano país, hay también quienes creen que esta burrada diplomática solo tenía por propósito notificarle al electo Presidente que tiene que ser más consultivo con el uribismo, sobre todo en materia de designaciones ministeriales, pues bien se sabe de las repercusiones que ello tendrá en la posterior ejecución de las políticas de gobierno, y a Uribe no le interesa ocupar en ellas un puesto marginal.

Pero otros encontramos en el hecho razones muchos más graves, aunque quisiéramos estar equivocados. Vemos con preocupación que este disparate coincide con muchas piezas de la política internacional del Imperio, todas relacionadas con las guerras de invasión que ha lanzado en procura de una riqueza, el petróleo, que al tiempo que escasea, se torna imprescindible para mantener sus ritmos de crecimiento.

Precisamente el hecho de tener Venezuela una de las mayores reservas del planeta es lo que la pone en riesgo de una agresión imperial. De allí que veamos preocupantes coincidencias entre las guerras del oriente medio y los desplazamientos de la IV Flota sobre el Caribe, los nuevos emplazamientos militares en Panamá, las siete bases militares en Colombia, la toma de las aguas continentales de Costa Rica por 35 buques norteamericanos con los debidos pertrechos de guerra y nuestra salida en falso ante la OEA.

Tan explosivo coctel está siendo servido por orden del Pentágono con la complicidad de algunos de países, entre ellos Colombia. Su objetivo es la invasión a Venezuela y lo que falta es que nuestro Gobierno active el pretexto, como intentó hacerlo Uribe a solo 12 días de entregar su mandato.

Por fortuna, la sumisión continental al Imperio parece ser ya cosa del pasado, salvo tres o cuatro excepciones. Sin embargo, no debemos descuidarnos. Venezolanos y colombianos somos pueblos hermanos y podemos estar temporalmente separados, pero jamás enfrentados, por fuertes que sean las órdenes del Pentágono y mucha la sumisión de nuestras oligarquías.

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