martes, 3 de agosto de 2010

ENTRE LA TUZODEZ Y EL FRACASO

Por Rodrigo López Oviedo

Calificar las dos presidencias de Uribe es imposible sin alguna dosis de apasionamiento. El propio mandatario fue un apasionado en el cumplimiento de las tareas que se propuso desde cuando sus discrepancias con el plan de paz de Pastrana lo hicieron sentirse llamado a “corregir” los destinos de la nación.

El primer acierto del ahora saliente presidente fue el de haber sabido interpretar las coincidencias entre sus propósitos personales y los de la derecha. Para este sector era inaplazable la necesidad de ponerle fin a un proceso de paz que semanalmente reunía en el Caguán a cientos de compatriotas que reclamaban soluciones urgentes a sensibles problemas de décadas. También a Uribe le preocupaba que culminara felizmente el mismo, pues intuía los castigos que podría traer consigo, tanto para las hordas paramilitares que se ensañaban con la población, como para quienes las habían apoyado desde los despachos oficiales. En tales condiciones, la alianza era inevitable. A respaldarla adudieron presurosos los grandes grupos econòmicos y los medios masivos de comunicación, sin importar que las primeras encuestas favorecieran al candidato en ciernes con un escaso dos por ciento. Lo importante era que este lanzafuegos oligárquico demostraba, cual Hopalong Cassidy, arrestos suficientes para granjearse los aplausos del más exigente de los rodeos mientras les garantizaba la continuidad en el disfrute de sus intereses.

Uribe llegó a la Presidencia dispuesto a acabar en pocos meses con las FARC. El que ocho años después continúe en ese intento, sin eximirse siquiera de buscar a sus cabecillas en los países vecinos, demuestra la tozudez de que se deja embargar cuando de sacar adelante sus propósitos se trata; pero también de su ostensible fracaso en esa política. Hoy las FARC, pese a que han sufrido algunos duros golpes (aunque no tantos como dice el Gobierno, pues hay que restar de sus cuentas los crímenes mal denominados falsos positivos), todavía están en condiciones de dar sensibles golpes a la fuerza pública y de hacer imperativa la presencia de esta en las carreteras para que todos podamos cantar: “¡Vive Colombia, viaja por ella!”.

Se trata  entonces de un fracazo,  junto al cual Uribe  le quedó debiendo al país  soluciones relacionadas con desplazamientos,  terrorismo  de estado  y de los paramilitares,  watergates, impunidad , derechos  humanos, persecución a quienes piensan diferente, corrupción, desempleo, quiebra de la salud y de la educación, crisis fiscal,  concentración  del   ingreso,  destrucción   del  agro,  cinturones  de  miseria,  soberanía  y  relaciones interrnacionales. En  lo  que  sí  no  fracasó  fue  en hacer  del país  un paraíso fiscal para los poderosos y en conservar el apoyo de los medios para mantener en alto su popularidad.

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