lunes, 23 de marzo de 2009

CONMEMORACIÓN Y TRIUNFOS


Por Rodrigo López Oviedo

Comencemos por la conmemoración. ¡Y qué conmemoración! Hoy, 24 de marzo de 2009, FECODE, la Federación Colombiana de Educadores, arriba, con sobrados motivos para el orgullo, a su primer medio siglo de existencia.

Es este un onomástico importantísimo como el que más, pues viene cargado de profundos significados para un sector de los trabajadores, tal vez el más importante entre todos, el de los trabajadores de la educación, que ha visto, por cincuenta años, en su Organización Sindical, al más insobornable, denodado y competente orientador de las constantes luchas que ha tenido que librar para mejorar la calidad de vida de sus asociados.

Pero de igual significación resulta para el resto de colombianos, que hemos sido testigos de las gestas que FECODE ha emprendido por la defensa de la calidad, cobertura y gratuidad de la educación pública, así como de su compromiso inclaudicable con el desarrollo del país, con la defensa de los escasos elementos de democracia que aún nos quedan, con la paz y con los cambios sociales que reclama un pueblo como el nuestro, que está sometido a los intereses y dictados del Imperio y del gran capital.

A FECODE y a todos los educadores, nuestro más rendido y sentido homenaje.

Y hablemos también de los triunfos. ¡Y qué triunfos!

En la minga que realizaron las comunidades indígenas durante los meses de octubre y noviembre del año pasado, y que recorrió trochas y senderos hasta llegar a la capital del país, una de las banderas que con más fuerza se corearon fue la relacionada con la derogatoria de dos disposiciones legales: la Ley Forestal y el Estatuto de Desarrollo Rural. Estas leyes habían sido expedidas con claro desconocimiento de mandatos constitucionales que obligan a consultar los criterios de las comunidades indígenas, y a concertar con ellas, cada vez que se quieran expedir normas que de alguna forma puedan afectar su plena soberanía sobre las tierras que habitan.

Pues bien, mediante sentencia expedida el pasado 18 de marzo, la Corte Constitucional aprobó la ponencia de inconstitucionalidad que contra el Estatuto Rural había presentado el magistrado Jaime Córdoba Triviño, con lo cual se hizo consecuente con otro fallo de la misma Corte que ya antes había declarado lo mismo con relación a la Ley Forestal. El júbilo que despertó este segundo pronunciamiento entre las comunidades indígenas es indicativo de lo mucho que les representa la soberanía sobre sus tierras y el estímulo que recuperarla les ofrece para sus nuevas luchas.

Pero para la otra corte, la de los incondicionales a Uribe, comenzando por Andrés Felipe Arias, responsable de la expedición de las normas que cayeron y del asalto a Carimagua, esta nueva decisión representa un traspié y una lección. Ellos creen que basta con que nuestro Fujimori levante la voz, o que con algunas cuantas gabelas reedite su estratégica yidispolítica, para llevar a igual grado de incondicionalidad a los demás miembros de las otras ramas del poder público. Lo que acaba de mostrar la Corte Constitucional es algo distinto. Con su fallo evidenció que aún le quedan arrestos para defender los derechos que aún consagra la Constitución, no importando los intereses que haya que afectar ni las soberbias que precise doblegar. Ojalá le alcancen esos arrestos para cuando tenga que estudiar los articulitos rereeleccionistas que están por llegarle.

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