martes, 3 de abril de 2012

SI, PERO NO

Por Rodrigo López Oviedo

Preocupado por sus propias angustias, que son las de hacer prevalecer el interés de la clase oligárquica sobre los de la nación, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos se ha olvidado de las de las familias y amigos de los diez policías y soldados que se encuentran en manos de las FARC -a los cuales las propias guerrillas han ofrecido poner en libertad-, y ha tachonado de obstáculos el camino a tan anhelada liberación.

El primero de tales obstáculos fue el de haber  fingido desconocer la existencia paralela de una guerra formal entre el Estado y la insurgencia y una guerra sucia orientada por los sectores más retrógrados a eternizar el conflicto en bien de quienes se lucran con él. Tal fingimiento fue el que condujo al ministro de Defensa a decir que si la guerrilla quería liberar a los retenidos era suficiente con que los embarcaran rio abajo en cualquier canoa que ellos bien sabrían encontrar su libertad.

Después vendría el desconocimiento, también fingido, de la importancia y conveniencia de la intermediación del gobierno brasileño, pese a que los apoyos de este a varias liberaciones anteriores arrojaron excelentes resultados sin que hubiera habido motivos de queja para ninguno de los intervinientes. El haber tenido que reconocer estos antecedentes y, en consecuencia, concederle el aval al vecino Gobierno,  no fue óbice para que aparecieran otros inconvenientes.

El más sentido en este momento es el de negarles a las integrantes de la misión internacional “Mujeres del Mundo por la Paz” la autorización, que ya les había sida otorgada antes, para visitar las cárceles del país en procura de constatar el estado en que se encuentran los presos políticos, con el extraño argumento de que en nuestro país no existen presos políticos, a pesar de que ya el INPEC reconoció la existencia de 15 mil y de que cierto ex presidente reclama el mismo reconocimiento para sus cientos de copartidarios presos, además del de perseguidos políticos para quienes pusieron pies en polvorosa al sentir tras de sí los pasos de la justicia.

Aunque nunca nos hicimos ilusiones, algunos si sentimos un ligero alivio al escuchar que Santos daba un cambio al lenguaje de su antecesor y reconocía la existencia de un conflicto armado en el país. Hoy, con tantos obstáculos, no nos queda más remedio que seguirnos ratificando en nuestro escepticismo, pues no vemos claro que se reconozca el conflicto pero no sus consecuencias, una de las cuales es, precisamente, la pérdida de la libertad de algunos, incluso muchos, de los confrontados.

Esperemos a que en la solución de estas incertidumbres prime la libertad y no la guerra.

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