lunes, 29 de noviembre de 2010

LA JUSTICIA BURLADA

Por Rodrigo López Oviedo

Un gamonal venido a más, que ejerció recientemente como presidente de la República, acaba de sorprender al país con unas declaraciones mediante las cuales les insinuó el camino del asilo político a algunos personajes que, sometidos a investigación judicial, podrían ser llamados a responder por sus actos.

Siendo sus más cercanos colaboradores del pasado reciente los beneficiarios de tan sorprendentes declaraciones, estas resultan aún más sorprendentes si tenemos en cuenta que las hizo cuando aún la Fiscalía no les había imputado cargos. Según ellas, la justicia colombiana no está en condiciones de garantizarles un juicio justo a sus fieles escuderos, acusados hoy de padecer de tan extrema obsecuencia con los deseo del mandatario de perpetuarse en el poder que se prestaron a la vergonzosa tarea de desprestigiar y perseguir a quienes opinaran diferente y fueran obstáculo a su pretendida segunda reelección. Así las cosas, según el ex mandatario, no quedaba más camino que tomar las de Villa Diego a través de gobiernos cómplices.

¿Se trataba de una confesión de parte? Válido es pensar que sí. Como jefe directo de los afectados, el dicho personaje tenía que conocer de las culpas que pesaban sobre ellos, así como de las propias, pues a nadie más que a él le convenía valerse de su poder para apartarlos de la observancia del régimen legal, así como hoy le conviene instarlos para que acudan a los burladeros de las embajadas. En tales condiciones, el asilo concedido no solo es una afrenta para la justicia, sino un acto de autodefensa con el que el ex mandatario procura ponerse a salvo de las lenguas que puedan encenderse en los tribunales y chamuscarlo de manera grave.

El país desde hace rato debería estar en pié reclamando respeto para su institución judicial. Desafortunadamente, a la derecha no le conviene que tal institución se active ahora contra sus personeros, sobre los cuales no siempre se ha dejado sentir con todo su peso, a diferencia de lo sucedido a los sectores de oposición, e incluso a los solo independientes del pensamiento oficial, contra quienes casi invariablemente ha procurado alcanzar su mayor aunque torcida eficacia. Eso hace que los reclamos que desde la izquierda deberían hacerse se escuchen hoy pero mañana no, sin que nunca hayan hecho parte de exigencias más imperiosas.

Sin embargo, hoy vale la pena ser más enfáticos en esta defensa; sobre todo después de las experiencias de los últimos años en las cuales vimos a las Cortes salir al amparo de la sociedad y de su Carta Magna, pese a las múltiples agresiones de que fueron objeto por no plegarse a los caprichos del Ejecutivo.

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