lunes, 1 de noviembre de 2010

¡GRACIAS, LULA! ¡BIENVENIDA, DILMA!

Por Rodrigo López Oviedo

Con la elección de Dilma Rousseff, llegan a su fin los dos períodos presidenciales de Luiz Inacio Lula da Silva, el hombre que ha desempeñado con mejores logros el más alto cargo público que la constitución y el pueblo brasileños pueden permitirle ejercer a un ciudadano de su país: La Presidencia de la República.

A su paso por tan importante dignidad, Lula da Silva, un obrero de los más altísimos quilates, educado en las canteras del mundo sindical, fue capaz de llenar de particularísimas significaciones la historia política brasileña, pero también de coronar con valiosos logros su empeño en restarle protagonismo al gran capital en la toma de las decisiones oficiales, con lo cual pudo llevar al centro de ellas al hombre del común, pero especialmente al que vive del trabajo, y al que había necesidad de transformarle en hechos concretos su teórico derecho al pan, al techo, al médico, al aula, al salario, a la recreación y a la cultura. 28 millones de brasileños que durante su mandato lograron salir de la extrema pobreza son el mejor resumen de todo su esfuerzo y la causa de esas voces agradecidas que hoy lo despiden con el 80 por ciento de favorabilidad entre sus compatriotas.

Pero también fueron muchos sus méritos en política internacional. Para señalarlos basta con el ejemplo del ALCA, gracias a cuyo rechazo, valientemente reforzado por Chávez, nuestra América Latina se salvó de verse reforzada en su condición de colonia del Imperio. Y si al ALCA fracasado han seguido los tratados bilaterales de libre comercio, la responsabilidad recae sobre los mandatarios signatarios, que no a la falta de caminos trazados, como este que sabiamente nos iluminaron los dos dirigentes mencionados.

Para fortuna de los brasileños y de América Latina, el proceso no termina con la entrega del gobierno a Dilma Rousseff. Por el contrario, las expectativas señalan que con ella se consolidará, ya que cuenta con un amplio grado de compromiso popular, como lo demostró a su paso por el gabinete de Lula, dentro del cual brilló con luz propia, pero también durante su particular trayectoria, buena parte de ella vivida en abierta contradicción con los cánones seudodemocráticos establecidos en Brasil, sin excluir largos períodos de vida clandestina y guerrillera, por los cuales tuvo que pagar con tortura y reclusión.

Se trata, entonces, de un relevo presidencial que, por lo que atañe a los protagonistas, deja a salvo el legado de Lula en manos de Dilma Rousseff. Ella sabrá podarlo de las limitaciones que tuvo y reexpresarlo con nuevos contenidos, siempre en bien del sufrido pueblo brasileño y de sus vecinos latinoamericanos y caribeños.

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