lunes, 25 de mayo de 2009

ANTE ESAS ENCRUCIJADAS DEL ALMA


Por Rodrigo López Oviedo

Muy grandes deben ser los tormentos del presidente Uribe al ver cómo se le agota el tiempo para salir de la encrucijada en que humildemente confianza estar y a la que ha llegado por el deseo de sus admiradores de saberlo nuevamente ungido con la banda presidencial.

En por lo menos dos idiomas y muchas oportunidades, él ha dicho que no ve bien el perpetuarse en el poder y que sólo accedería a un tercer mandato en caso de presentarse una hecatombe. En esta afirmación ha resultado ser consecuente con lo afirmado en su primera campaña, cuando enfáticamente rechazaba la reelección.

Pero el Presidente es hombre que ama a su patria y eso lo ha llevado a mostrarse dispuesto a atenuar su alergia reeleccionista. Primero, accediendo a un segundo mandato para poder colocarle el moño a su casi coronada Seguridad Democrática. Y ahora, cuando está en la postrimería de los plazos, tendiendo una luz de esperanza sobre sus parciales al anunciarles su disposición a sacrificarse cuatro años más, sólo por la continuidad de sus programas.

No se trata de una decisión fácil. De dar el paso hacia el tercer mandato, su envidiable armonía familiar podría resentirse. Lina, Jerónimo y Tomás, ante esa vida llena de limitaciones que entraña el ser esposa y ser hijos del Presidente, podrían optar por buscarle una alternativa a tantas renunciaciones. Sobre todo Jerónimo y Tomás, a quienes debe de resultarles odioso que sus descomunales logros empresariales se vean menospreciados por el vulgo, que solo ve en ellos el efecto cascada del poder de su padre.

También el propio Presidente. Deseoso como está de ponerle fin a esa terrible responsabilidad que le impide tomar el canasto y, como cualquier parroquiano, echar pa´ la plaza tras la garrita de los fríjoles; que lo impele a ordenar chazadas y a sufrir falsos positivos; que lo arrastra a socorrer con zonas francas y demás gabelas tributarias a sus familiares y allegados; que lo empuja a favorecer con contratos y nóminas oficiales a quienes lo secundan en su amor a la patria; también el propio Presidente, digo, se vería afectado por su eutanásica resignación a aplazar por cuatro años más su condición de hombre que quiere vivir en libertad. ¡No hay derecho!

Para fortuna del Presidente y de su familia; de las Cortes, de los sindicatos, de la oposición y del periodismo independiente; y para infortunio de los “narcos” y los “paras” que han logrado sobreaguar en la impunidad; de tanto corrupto izado a las altas dignidades estatales; de los enemigos de los derechos laborales tumbados y por tumbar; en fin, para fortuna de unos e infortunio de otros, el Polo y el Partido Liberal están labrando acuerdos para que Uribe no sea castigado con la aprobación de un nuevo referendo, o para que, siéndolo, cada partido pueda salir a su rescate en la contienda presidencial, presentando un candidato propio, pero con el compromiso de unirse en la segunda vuelta en torno al que mayores votos saque en la primera. Sería deseable que por fuera de este acuerdo no se quedara nadie que quisiera ahorrarle al Presidente el sufrimiento de quedarse en el palacio de Nari, pudiendo dedicarse a disfrutar de esa felicidad de chalán que solo se vive en el Ubérrimo. Él se pondría feliz.

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