lunes, 12 de noviembre de 2012

UN COMPROMISO MEDIOAMBIENTAL

Por Rodrigo López Oviedo

En pasado comentario, me referí a las largas que le estaba dando el Gobernador del Tolima a la firma de los acuerdos a que había llegado con los campesinos e indígenas para que levantaran el paro que por casi una semana se adelantó en el departamento. Por fortuna para todos, el documento respectivo se suscribió y lo que queda es esperar que se cumpla.

Uno de tales acuerdos compromete al Mandatario seccional a poner de su parte para que los megaproyectos de la locomotora minero energética de Santos  tengan el menor impacto medioambiental posible, lo cual implica la supervivencia de nuestra fauna y de nuestra flora, la soberanía alimentaria, el disfrute paisajístico y cultural de la comarca, la permanencia de los tolimenses en los que han sido sus ambientes vitales, su salud y hasta su vida misma.

Es este un compromiso de bastas proporciones, pues bien es sabido que más de un 70 por ciento del territorio tolimense se halla bajo la amenaza de la mega minería, incluida buena parte de sus cascos urbanos. Con decir que un municipio como el Líbano ya tiene concesionado hasta el terreno que pisa su catedral.

Se trata, claro, de una preocupación no solo de nuestros campesinos e indígenas. Si bien son ellos los primeros afectados por estos proyectos, pues su desarrollo los obligaría a cambiar de vocación productiva, la población urbana también ha venido haciéndose consciente de la necesidad de repudiarlos, dados los nefastos efectos que producirán sobre la calidad de las aguas de la región, la salubridad, el abastecimiento de alimentos, el costo de vida y demás fenómenos inherentes a proyectos de esta naturaleza.

De allí que se hayan producido expresiones de rechazo popular tan   gigantescas como las cuatro Marchas Carnaval realizadas en Ibagué contra La Colosa. Para un funcionario con la responsabilidad que atañe a un gobernador, sopesar estas circunstancias y actuar en consonancia con ellas es lo menos que puede hacer, máxime si ha sido un compromiso expreso, rubricado en documentos que ya se han hecho públicos.

Y a propósito: ¿A cuento de qué migajas se ha convertido a la fanaticada del vino tinto y oro en valla publicitaria ambulante? ¿Serán más importantes unos billetes untados de cianuro y mercurio que la tranquilidad de unos colombianos de los que el ex senador Camargo ha recibido tanto? ¿No existirá poder humano que haga retirar de las camisetas del equipo la odiosa insignia de AngloGold Ashanti? Algunos dirán que se trata de aspectos meramente cosméticos, y puede que tengan razón; sin embargo, encarnan un simbolismo de dignidad terrígena, que debe ser en últimas una preocupación de todas las instituciones.

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