Por Rodrigo
López Oviedo
Contrario a
lo que afirma el presidente Juan Manuel Santos, la reforma tributaria que está
en curso ampliará la brecha que nos ha convertido en la tercera potencia
mundial de la desigualdad.
Son tantas las
gabelas que esta reforma le concede al sector empresarial, y tan negativos sus
efectos sobre los pensionados, las capas medias y los trabajadores, que ya están
circulando memoriales de rechazo y anunciándose paros indefinidos en entidades
tan entrañables para nuestro pueblo como El SENA y Bienestar Familiar, las
cuales, al igual que nuevamente el sistema de salud, saldrán severamente
golpeadas.
Claro, son
muchas las razones de los trabajadores para defender a estas entidades. Al fin
de cuentas, ellas nacieron, y se han sostenido, gracias a tesoneras luchas, con
las cuales han enfrentado los dictámenes del Imperio, orientados a elevar las
tasas de ganancia del capital transnacional en los países subalternos.
Desaparecida
la parafiscalidad, las entidades que se nutren de ella quedarán sometidas a
recoger las migajas que caigan de la mesa presupuestal de la nación, cuyos bocados
mas apetitosos seguirán destinados a saciar el apetito de los empresarios de la
guerra y de la banca, al igual que de los corruptos, que han hecho del
patrimonio público una fuente de enriquecimiento.
Por eso nos
alegra ver el inmenso compromiso con el que nuestra muchachada se ha dado a la
tarea de recoger firmas para hundir esta parte del proyecto, y con ella
decimos: ¡a firmar todos!
Sin embargo,
no es suficiente. Esta reforma continúa desarrollando el propósito de beneficiar
a los pocos dueños del país, a quienes, además del descuento de los
parafiscales, se les rebaja el impuesto de renta del 33 al 25 por ciento, lo
cual es una rebaja cierta, a cambio de una hipotética sobretasa del ocho por
ciento. Pareciera ignorar el Gobierno las incontables triquiñuelas que utilizan
nuestros empresarios para evadir el pago de sus impuestos. Son las mismas que
emplearán para birlar esta sobretasa, hundiendo con ello lo poco que nos queda
del derecho a la salud y a la formación profesional integral y, el de los niños,
a vivir al menos decorosamente sus primeros años.
Reformas
tributarias como esta solo servirán para ampliar la extrema desigualdad
existente en nuestra configuración social y para señalarnos que la solución
solo puede venir de una nueva estructura de poder, en la cual puedan jugar
papel predominante las organizaciones sociales y políticas que auténticamente
representen los intereses de los marginados de siempre. Pero para ello se
precisa del más sincero compromiso de sus líderes con la unidad real, en la
cual no hay cabida para intereses personales ni de grupo.
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