Por Rodrigo López Oviedo
El que gana es el que goza. Eso
es lo que popularmente decimos, y en esas anda el pueblo nicaragüense. Si los
triunfadores en la Corte Internacional de Justicia de La Haya hubiéramos sido
nosotros, la fiesta habría sido en nuestros lares. Lo cierto es que en
Nicaragua creen que la decisión fue justa, como acá se cree que no lo fue.
Incluso un ex presidente, de ingrata recordación, asegura que lo dictado no fue
un fallo sino un despojo.
¿Quién tiene la razón? Mis
luces no me alcanzan para tal discernimiento. Tan solo quiero llamar la
atención sobre la machacona invocación a la soberanía que ahora corean nuestras
oligarquías y su gobierno, los mismos que desde siempre la han dejado embolatada
en manos del Imperio; son los mismos que la desconocieron al pueblo argentino
cuando este la defendía a sangre y fuego en las Malvinas y los mismos que se la
desconocen al pueblo cubano, al venezolano, al ecuatoriano, al boliviano, y a cualquiera
otro que quiera tomar distancia de las imposiciones imperiales.
En las vecindades
sanandresanas, tal soberanía solo ha sido ejercida a través de la humilde presencia
de nuestros pescadores, los cuales siempre han visto en su personal pobreza,
que cada vez se hunde más en espiral en busca de la miseria, la prueba
fehaciente de un Gobierno al que, además de ausente, siempre se le ve trabajando
en función de unos intereses que no son los suyos. De resto, quienes realmente han
ejercido señorío en esas aguas que nos fueron borradas de nuestros mapas, y reconocidas
a Nicaragua, son las mafias de la droga y los traficantes de armas.
De allí que se les sienta un
tufillo de patrioterismo tardío y altanero a los altos mandos militares y
funcionarios del gobierno colombiano que hoy hablan de desconocer el fallo como
primer paso para entrar a defender por otros medios esa tan mal entendida
soberanía.
Antes que tambores de guerra, con el ingratamente recordado ex presidente en
el bastón de mando, lo que necesitan los isleños, pero especialmente los
cientos de pescadores directamente afectados con la pérdida de los 75 mil
kilómetros cuadrados, son políticas oficiales como las que en su tiempo
favorecieron al sector financiero, o las que hoy benefician a las castas
agroindustriales, minero energéticas y terratenientes, pero sin las trampas de
Agro Ingreso Seguro. Entre las primeras políticas, las de empleo deben
descollar. No de otra forma podrá evitarse
que los problemas de la Isla se sigan empeorando, con el agravante de que pueda
incrementarse la posibilidad de que le lleguen brotes de inseguridad que hagan
inocuo su atractivo turístico.