lunes, 29 de agosto de 2011

RAZONES DE JUSTICIA

Por Rodrigo López Oviedo

Revisando el Estatuto Tributario de Ibagué, es fácil comprobar cómo a la tradicional injusticia que propicia el sistema capitalista, esa que se manifiesta en la explotación inmisericorde de unos pocos contra casi todos los demás, se suma otra originada en el Estado, y que se expresa en la manera como utiliza los recursos que capta, pero también en la manera de captarlos.

Con respecto a las injusticias derivadas de la estructura capitalista y de la aplicación de los recursos del Estado, no creo que haya dudas; y si alguien las tuviera, bien podría disiparlas observando cómo se alargan las distancias entre ricos y pobres y cómo las decisiones gubernamentales privilegian a aquellos, hasta llegar a extremos punibles, como ocurrió con Agro Ingreso Seguro.

Las injusticias derivadas del origen de los recursos tributarios son las que podrían resultar menos claras, sobre todo tomando en cuenta que estos deben recaudarse bajo claros principios de equidad y progresividad. Según el primero, las desigualdades en la escala social deben reflejarse en las tarifas, de tal manera que estas sean iguales para iguales y desiguales para los desiguales. Por su parte, según el principio de la progresividad, los gravámenes deben verse afectados por los mayores niveles de renta y patrimonio, de tal manera que mientras más altos sean estos, mayor sea la tarifa.

El problema es que tales principios no se observan. Según nuestras normas del Impuesto Predial, una vivienda de estrato uno, avaluada catastralmente en cuatro millones 600 mil pesos, está sometida a un impuesto del 7.5 por mil, mientras que otra de 230 millones 750 mil pesos o más, de estrato cinco o seis, paga una tarifa del 10,5 por mil. Es decir, que al humilde vecino de tugurio se le cobra prácticamente igual tarifa que al distinguido ciudadano del Vergel, con el agravante de que a este puede resultarle indiferente cualquier valor a pagar, mientras que al del tugurio le significará el aplazamiento de la satisfacción de alguna necesidad básica o una onerosa deuda, mientras llega el nuevo año con otra angustia de igual origen.

Lo mismo pasa con el Impuesto de Industria y Comercio. No es posible que al tendero de la esquina se le cobre el mismo tres por mil que pagan los señores de Éxito, Carrefour, Makro y similares. Esto debe corregirse, pero para ello necesitamos un Concejo municipal comprometido con el pueblo y una ciudadanía organizada y actuante, que trabajen en alianza con un alcalde que, como Alberto Bejarano, está dispuesto a romper con una fastidiosa y larga historia de mandatarios sumisos a los dictados de los mandamases de siempre. ¡Con el Polo podemos lograrlo!

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