lunes, 1 de marzo de 2010

RÉQUIEM POR LA OEA

Por Rodrigo López Oviedo

Desde 1948, año de fundación de la OEA, nunca había habido una reunión al sur del río Bravo más importante que la que sostuvieron los jefes de Estado y de Gobierno de los países latinoamericanos y caribeños en la Riviera Maya, México.

Esta reunión, denominada Cumbre de la Unidad y en la que sesionaron conjuntamente la XXI Cumbre del Grupo de Río y la II Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo (CALC), le expidió partida de defunción a la OEA como instrumento de manipulación de las relaciones internacionales de Estados Unidos en nuestro continente y le abrió paso al sueño bolivariano de constituir un organismo de entendimiento entre los países latinoamericanos y caribeños.

Lo curioso es que la información sobre tan importante Evento haya versado casi que exclusivamente sobre el incidente en el que se palabrearon los presidentes Álvaro Uribe y Hugo Chávez. Es posible que, bajo otras condiciones, tal cruce de palabras hubiere alcanzado la significación que quiso dársele; pero dichas al calor de esta Cumbre, para poder reconocérsela, los medios tuvieron que pasar por sobre la importancia del Evento y desconocer las inmensas repercusiones que lo acordado en él tendrá para el futuro de las relaciones entre los países asociados y para las de estos con el mundo.

Precisamente, fue este conjunto de circunstancias, y el hecho de ellas encarnar esperanzadoras expectativas para nuestros pueblos, lo que hizo que por encima de las esencias se exaltaran las anécdotas, mientras se condenaba al silencio la concreción de una aspiración tan largamente acariciada en el continente: la de la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños –CELAC-, a la cual no se había podido llegar por la oposición del Imperio y sus lacayos. Por fortuna las cosas están cambiando. La existencia de un sólido abanico de gobiernos progresistas en la región, ha servido para materializar tan importante deseo.

Ya la propia Cumbre dio evidencias de lo que puede lograrse en el seno de la nueva Organización, una vez se concreten sus estatutos, estructuras y declaraciones de principios. Allí se acordó continuar en las tareas de solidaridad con el pueblo haitiano, y alentar en igual sentido a la comunidad internacional, pero garantizando el derecho de este sufrido pueblo a su soberanía. En segundo lugar, rodear al pueblo argentino en su decisión de reivindicar su total soberanía sobre las Islas Malvinas. Y en tercer lugar, demandar de Estados Unidos el levantamiento de toda medida que implique embargo o bloqueo a las actividades económicas de Cuba. En la OEA hubiera sido imposible tomar tales decisiones. ¡Réquiem por ella y bienvenida la CELAC!

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