lunes, 22 de marzo de 2010

ALTERNATIVA AL DESASTRE

Por Rodrigo López Oviedo

Conociendo, ahora sí, la composición del nuevo Congreso y el listado de aspirantes al solio presidencial, el país se dispone a elegirle el relevo al presidente Uribe. Se trata, por cierto, del fin de un proceso iniciado hace dos años por un candidato que, apertrechado en el poder, buscó por malas artes, y sin reconocerlo, agregarnos otros cuatro años a los ocho de disfrute masoquista que estábamos viviendo con él.

Con los datos conocidos, es claro que tendremos segunda vuelta y que llegar a ella no será fácil para ninguno de los siete aspirantes. Pero es más claro aún que los intereses en pugna solo hacen real la existencia de dos opciones: el continuismo representado en Noemí Sanín, Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras, o el cambio de rumbo que preconizan los sectores más esclarecidos del Polo, que es el que están obligados a impulsar, sin ambages, el Polo íntegro, el liberalismo y los amorfos del Verde y de Fajardo.

Tal vez las mejores posibilidades de pasar a la segunda vuelta sean las de Juan Manuel Santos. Sin embargo, el haberle quedado el Partido Conservador tan cerca en los resultados hace que Noemí, la candidata de esta colectividad, le pueda plantear una puja de tan mayúsculas proporciones que la haga llegar también a la tan anhelada meta o abrirle a la opción de cambio la posibilidad de hacerlo, bien con ella, o bien con Juan Manuel.

Pero para que quienes comandan esa opción de cambios democráticos puedan tener esa posibilidad, están obligados a replantear, y rápido, las tácticas y estrategias que tenían previstas desde antes de saber que las pasadas elecciones bendecirían a todos los partidos con tan solo 11 millones 566 mil votos, pues se abstendrían 14 millones 45 mil ciudadanos, 506 mil votarían en blanco, 504 mil no marcarían su voto y un millón 496 mil lo anularían.

Estos 16 millones 551 mil colombianos representan una inmensa veta electoral que hace también inmensas las posibilidades de cerrarle el paso al continuismo, pero que solo podrán concretarse sobre la base de un gran acuerdo nacional que aglutine a quienes estén de cuerdo en salvaguardar banderas que resultan inclaudicables para el movimiento democrático, como son la paz con justicia social, las libertades políticas y de organización sindical y popular, el castigo ejemplar al terrorismo de Estado, la erradicación de la corrupción, la reparación a las víctimas de la violencia, la lucha contra la pobreza y la aplicación de los derechos consagrados en la Constitución del 91, entre otros.

A la tarea de lograr semejante acuerdo debe ponerse la Dirección Nacional del Polo. Sus bases, a respaldarlo.

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