lunes, 23 de noviembre de 2009

ENTRE LAS PRESIONES Y LA INDISCIPLINA

Por Rodrigo López Oviedo

Al ministro de Agricultura, doctor Andrés Fernández, le cupo la suerte de entonar los cánticos de la victoria ante la fallida moción de censura que presentaron contra él los senadores de la oposición. Los votos que a su favor depositaron 41 senadores le fueron suficientes para quedar oficialmente absuelto de responsabilidades ante uno de los escándalos más bochornosos que hayamos conocido en nuestro largo historial de corrupciones.

Se trata, sin embargo, de un triunfo relativo. La absolución real, esa que solo puede impartirse con una razonable convicción de inocencia, no la obtuvo ni la podrá obtener de los ciudadanos de bien, y ni siquiera de estos 41 absolvedores de oficio. Ellos saben que el voto lo dieron a pesar de sus certezas en contra, ya que si bien no han visto al Ministro directamente involucrado en los actos que provocaron la propuesta de moción, ni tal cosa pretendieron comprobarla los proponentes, sobre él sí pesa la responsabilidad política derivada de su condición de escudero de los verdaderos protagonistas, Uribe y Andrés Felipe Arias, contra quienes resultan más que probatorias las desproporcionadas cifras con que terminaron beneficiados algunos individuos y familias, que si bien son de variada catadura moral, coinciden todos en su uribismo.

Con esta absolución, pero especialmente con los muñequeos hechos desde Palacio para lograrla, quedaron al desnudo los reales compromisos del Gobierno ante este vergonzoso flagelo, y en especial los anunciados por Uribe en sus anteriores campañas, incluida la del primer referendo: aprovecharse de él en la medida en que sirva al propósito de eliminar restricciones contrarias a los intereses oligárquicos y transnacionales.

Pero también el resultado hizo ver que de la aplanadora de ayer solo va quedando el reducido grupo de congresistas que coinciden con el Mandatario en sus intereses de clase. Los demás solo están dispuestos a concederle el respaldo que venga acompañado de halagos capaces de opacar esas reservas morales que los llevarían a dejarse seducir por los incontrovertibles argumentos de la oposición, como ocurrió con algunos al momento de esta votación.

Pero tampoco la oposición pudo ofrecer el balance deseable. Sus 30 votos pudieron haber sido más si se hubiera propuesto contrarrestar la amenaza de estigmatización que se cernía contra algunos de sus miembros por tener entre sus allegados a personas también beneficiadas con los programas motivo de la moción. Al aceptarse impedidos, no parece que hubieran estado concientes de que el problema no radicaba en recibir, pues nada de malo había en ello si se cumplían los requisitos, sino en las estrambóticas sumas que el Gobierno desvió hacia mafiosos, paramilitares y potentados o que pagó a delincuentes que estaban camuflados entre muertos y suplantados, con lo cual se protocolizaron actos que las autoridades muy seguramente llegarán a calificar de peculados.

Pero también la oposición careció de la disciplina que el caso requería. En momentos de tan suma importancia, no haber estado atenta a la votación la privó de un resultado que si bien pudo no ser suficiente para sancionar al Ministro, al menos sí le habría servido para salir fortalecida de una de las coyunturas más importantes que se hayan dado en el Congreso. Los senadores ausentes le deben una explicación convincente al país. Al menos eso esperamos en el Polo de Gustavo Petro y Gloria Inés Ramírez.

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