domingo, 1 de febrero de 2009

LOS REFERENDOS BOLIVIANOS: UN PASO ADELANTE


Por Rodrigo López Oviedo

Con la aprobación de dos referendos, el que le dio curso a la nueva Constitución Política del Estado y el que fijó en cinco mil el número máximo de hectáreas en manos de una sola persona, los bolivianos concluyeron una etapa importantísima del proceso de transformaciones en que se encuentran empeñados desde cuando elevaron a Evo Morales a la máxima dignidad de la nación.

Muchas fueron las dificultades que los líderes de este aguerrido pueblo tuvieron que sortear para conseguir la participación del 85 por ciento de los tres millones 890 mil bolivianos aptos para votar, pero también para superar la multimillonaria campaña de la oposición -apoyada en la Embajada estadounidense- y convencer no solo al 60 por ciento de los votantes para que respaldara la nueva Carta, sino también al 75 por ciento para que aprobara el límite de las cinco mil hectáreas a la tenencia de tierras, en oposición a las 50 mil que permitía la moribunda Constitución y a las 10 mil que exigían los terratenientes.

Esas dificultades se venían sufriendo desde cuando los bolivianos, luego de reconocer que era posible superar el ostracismo, la marginalidad y la extrema explotación en que venían sumidos tras siglos y siglos de dominio colonial y oligárquico, comenzaron a ver entre sus propios hermanos de etnia, de clase y de vecindario a quienes podían representarlos en todas las dignidades originadas en las urnas.

Largo fue el camino que hubieron de caminar para hacer que fuera posible llevar a Evo Morales al palacio presidencial e iniciar con él el tránsito hacia una sociedad que no discriminara por motivos raciales o económicos y que estuviera dispuesta a canalizar a favor de todo el pueblo las riquezas del suelo y del subsuelo que hasta hoy se apropian ilícitamente las castas dominantes.

Apenas insinuadas las transformaciones sociales que se emprenderían, esa oligarquía voraz y racista emprendió la más tenaz oposición sin ahorrar esfuerzos ni reparar en métodos, e incluso incurriendo en prácticas criminales. Ya antes había desmantelado el Estado con sus privatizaciones y prácticas corruptas. Ahora la veríamos conspirando contra el Gobierno, convocando referendos ilegítimos, atacando cuerpos policiales leales al Gobierno, programando paros cívicos, saboteando los suministros de combustibles, bloqueando caminos, creando desabastecimientos, reclamando autonomías y reversándose en tales reclamaciones, financiando acciones terroristas y orquestando cuanto permitiera desestabilizar al Gobierno y propiciar acciones golpistas.

El hecho de que el movimiento democrático esté hoy disfrutando los merecidos resultados de estos referendos habla a las claras de lo inútiles que han resultado las reacciones fascistas, pero mucho más claro de lo bien posicionados que están los objetivos que defiende Evo Morales.

La etapa que ahora viene demandará iguales o superiores esfuerzos, puesto que la oligarquía boliviana, no estando en derrota definitiva y padeciendo de la misma resistencia a los cambios de beneficio popular que afecta a la del resto del continente, no cejará en el empeño de frenar los ímpetus de un pueblo que se ha alzado en unidad para impulsar banderas de transformación que a todos inspira y que, para sortear con éxito las nuevas dificultades, contará con la ventaja de la experiencia que ha acumulado hasta ahora y, sobre todo, con la confianza que le depara el haber superado con éxito los muchos obstáculos que esa oligarquía le viene sembrando.

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