domingo, 25 de enero de 2009

ESPERANZAS Y MIEDOS INFUNDADOS


Por Rodrigo López Oviedo

Hay quienes creen que en los altos círculos estadounidenses corre el miedo por el hecho de que una personalidad afrodescendiente, que hasta hace cuatro o cinco años no era más que un ilustre desconocido, haya logrado llegar a la presidencia de la Unión. Piensan que con la apoteosis que se organizó con motivo de la posesión del cuadragésimo cuarto mandatario del país, lo que se quiso, antes que homenajearlo, fue hacer evidente la omnipotencia de los dueños del poder e invitar al posesionado a moderar sus presuntos ímpetus de transformación.

En esas conjeturas puede haber algo de verdad, pero no tanta como para reconocer temores entre quienes no tienen ningún motivo para sentirse expuestos a riesgo alguno con Barack Obama, sobre todo si se toma en cuenta que sus propuestas de gobierno no distaron mucho de las que tradicionalmente ha defendido su partido en los discursos, y olvidado en sus realizaciones.

Las prioridades de Obama en este momento son las de buscarle solución a la peor recesión de los últimos 75 años y enderezar un sistema financiero en quiebra. En estas preocupaciones coinciden sin distingo todos los grupos que conforman el establecimiento. Aunque el éxito esté lejano, especialmente en lo relacionado con la recesión, dado que se trata de lo que los entendidos denominan una crisis estructural del capitalismo, lo que el Presidente intente hacer no encontrará más oposición que la que surja de algunos cayos que necesariamente habrá de pisar, como son, por ejemplo, los de los trust del petróleo, obligados ahora a permitir el desarrollo intensivo de otras fuentes energéticas como aporte a la recuperación del país.

Tal vez resulten un poco menos fáciles de conciliar los intereses que se afectarán con su anunciado retiro de las tropas de agresión que se hallan en Irak. En oposición activa a esta decisión estarán coaligadas de facto la industria de la guerra y los mismos trust del petróleo.
Sustraerse de tan malsanos intereses será el producto de la voluntad no solo de Obama, sino de las fuerzas que logre oponerle a tan avieso poder económico; pero él y ellas deben estar concientes de que lograr el éxito en tal empeño es la condición que deben cumplir para garantizarle a Estados Unidos una posición destacada en la lucha contra la crisis recesiva, que, pese a su carácter mundial, generará mayores daños a su economía que a la de cualquier otro país.

El mundo espera que Irak y Afganistán se vean pronto libres de las tropas de invasión, que a Irán se le reconozca el derecho a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos, que desaparezca el bloqueo a Cuba, que todos los países puedan sentirse libres de la amenaza nuclear y con remedio a la vista para la preservación de la capa de ozono y la prevención del calentamiento terráqueo, así como seguros del respeto a los convenios que procuran hacer del planeta un mejor escenario para la vida y para la paz.

Los primeros pasos dados por Obama, el cierre de la cárcel de Guantánamo y la promesa del retiro de las tropas de Irak, son satisfactorios, pero no dan lugar a otras ilusiones. De darlo, podríamos pensar entonces que sí hay motivos de susto en los altos círculos del poder estadounidense y de esperanzas para el mundo.

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