martes, 20 de enero de 2009

PALABRAS DE ABELARDO OLMOS EN MEMORIA DE LUIS FERNANDO MEDINA GARCIA


María Fernanda, Lorena y Mauricio;
Héctor Fabio, Aleyda, Amparo y Aura;
Amigas y amigos:

Congregados como estamos para ofrendarle el adiós definitivo a Luis Fernando, coincidirán todos ustedes en señalar conmigo lo inmensamente fácil que resultaría hablar de nuestro amigo si su cuerpo pudiera pisar aún las calles de esta ciudad, que le fue tan entrañable, respirar sus aromas casi siempre enturbiados por los diversos signos del supuesto progreso, o saborear con nosotros las delicias a ratos esquivas de las viandas lugareñas.

No estando el homenajeado en condiciones de hacernos sentir que todavía vibra bajo los acordes de una vida que quiso estar entregada en actitud generosa a los demás, y yaciendo, por el contrario, en el reposo final que a todos nos espera, hacer la exaltación de su persona se torna tarea dura, no por lo poco que de ella puede decirse, que con decir poco sería inmensa la deuda que nos quedaría con Luis Fernando, sino por las dificultades que asisten a la condición humana cada vez que quiere sobreponerse a los obstáculos que al verbo le imponen el dolor de una valiosa pérdida y la angustia de una separación definitiva.

Luis Fernando Medina fue, sin embargo, tan generoso en sus gestos de desprendimiento que podemos estar seguros de que hoy nos brindará uno más y nos permitirá sobreponernos al dolor que nos deja su inesperada partida para hilvanar algunas ideas de lo que fue su periplo vital entre nosotros.

Sin pretender decir que Luis Fernando se dejó conocer en todas las facetas de su bien matizada personalidad, si podemos asegurar que algunas de sus características le fueron reconocidas por prácticamente todos los que tuvimos la fortuna de tenerlo cerca, así haya sido en solo algunas de sus muchas manifestaciones vitales.

La primera de ellas, aunque no nos atreveríamos a decir que la más importante, su generosa solidaridad ante las muchas ocasiones en que el desamparo, la injusticia o el dolor golpeara a alguno de sus semejantes, sin importar la cercanía personal que con él tuviera, los afectos previos que por él sintiera o que tuviera que manifestarse en posada para el peregrino, en pan para el hambriento o en visitas para el enfermo o para el perseguido por la justicia.

De seguro muchos recordarán aquellas épocas en que los destechados de Armenia, organizados baja la batuta de ese sin par luchador por la vivienda que fue Volney Largo Rada, convocaban a jornadas de trabajo colectivo con el ánimo de darle respuesta en común a un problema que afectaba a inmensos sectores de la población. Fernando Medina se hizo presente ante ese llamamiento y, sin que aspirara a resolver para sí este problema, pese a que lo afligía, aportó sus esfuerzos personales para el éxito de muchas de esas jornadas. Los vecinos del barrio Manuela Beltrán seguramente lo recuerdan agradecidos, como muy probablemente también los viejos fundadores de Proviteq.

Pero también conforma plena prueba de ese inclaudicable compromiso solidario la vinculación de Luis Fernando, unas veces más estrecha que otras, pero siempre evidente, a las diferentes luchas políticas y reivindicativas por los cambios sociales que pusieran al hombre en el centro de las atenciones estatales, en lugar del capital como ha sido lo estilado a lo largo de nuestra historia nacional, sin que los reveses, que fueron abundantes, incluidos los desplomes de sociedades que a su juicio encarnaban su ideal, lo hicieran dudar un momento de estar inspirado en los ideales adecuados, pero sobre todo en la conveniencia socialmente mayoritaria. Los últimos desarrollos del acontecer político de América Latina lo confirmaron en la justeza de sus anhelos y en la posibilidad de sus concreciones.

Qué no decir de sus invaluables aportes a la cultura de la región. Tan pronto como arribó a estas tierras, su presencia se hizo sentir, materializada en preocupaciones por la cultura de sus nuevos coterráneos. Acicateado por los niveles de ésta en la ciudad, se dio a la tarea de fundar la Librería Universitaria en compañía de sus hermanos Héctor Fabio, Aleyda, Amparo y Aura. Desde entonces, pudimos contar con un importante faro desde el cual se irradiaron luces de conocimiento para una región que contaba con limitados accesos a tan importante factor de engrandecimiento social y personal. La Librería Universitaria hoy se encuentra enraizada en la comunidad, de lo cual dan cuenta las juventudes estudiosas, que pueden encontrar en ella el manantial en el cual saciar sus deseos de progreso espiritual.

De Luis Fernando Medina podemos decir también que como abanderado de las nuevas ideas fue un abnegado defensor de ellas. Desde siempre se le reconoció comprometido con los ideales de cambio en bien de una sociedad que tenía y tiene marginadas a sus inmensas mayorías de los mejores logros alcanzados por la humanidad. En ese propósito se mantuvo firme desde siempre, sin que ninguna de las vicisitudes que sorprendieron malamente a muchas de las instituciones que estaban respaldadas en los ideales que él defendía le hicieran siquiera titubear en sus convicciones. Fue tanto su compromiso en estos ideales que incluso tuvo que verse entre rejas por defenderlos.

Luis Fernando Medina García es de esas personas que pueden llevar su cuerpo a la tumba dejándonos su espíritu siempre presente entre nosotros.

¡Paz a sus cenizas!

Armenia, enero 18 de 2009


No hay comentarios: