lunes, 12 de enero de 2009

EL GENOCIDIO EN GAZA


Por Rodrigo López Oviedo

Sobre el genocidio que está cometiendo el gobierno de Israel contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza solo es posible hablar con indignación. Indignación por los varios miles de víctimas, incluidos los ya casi mil muertos; indignación ante la absurda justificación que el Gobierno sionista le da a su agresión; indignación ante la magnitud de las fuerzas y de las armas desplegadas; indignación por el desconocimiento de que ha sido objeto la autoridad que el pueblo de Gaza delegó en Hamas, e indignación por la condición de los agresores.

Cuando las Naciones Unidas dieron vida al Estado de Israel en territorios de Palestina, los judíos allí asentados, que solo representaban el 30 por ciento de la población total, se vieron bendecidos con la multiplicación de sus tierras: Sus posesiones, que escasamente representaban el ocho por ciento del territorio, con tan generosa decisión se elevaron al 57 por ciento.

Lo que vino después de esa muestra de humano desprendimiento no ha sido más que la agradecida respuesta de la dirección sionista, la cual se ha expresado en el interés por ahondar en tales generosidades: Utilizando todo género de agradecimientos, Israel tiene hoy copado el 80 por ciento de las tierras palestinas, sometió a este pueblo a infamias que se parecen cada vez más a las que sufrió el suyo en tiempos de Hitler y convirtió en rey de burlas las decisiones de las Naciones Unidas.

Con el argumento de que su agresión es respuesta a los cohetes de los palestinos, Israelí pretende ocultar semejante prontuario de criminal despojo, pero también tergiversar la historia reciente. Ésta indica que los primeros cohetes palestinos no fueron más que una inofensiva respuesta a la aleve incursión de las tropas judías al territorio de Gaza y al consiguiente asesinato de seis oficiales palestinos, con lo cual Israel rompió la tregua que había pactado con Hamas y puso fin a toda esperanza de ver cumplido su compromiso de dejar libre de bloqueo este territorio.

La respuesta de los líderes del mundo ante este genocidio también es motivo de indignación, pues la gran mayoría de ellos se ha limitado a reclamarle al sionismo proporcionalidad en sus acciones. Con pocas excepciones, dan la impresión de creer que un crimen se hace menos repudiable, y las muertes que produce menos dolorosas, si son el producto de acciones proporcionales a lo que pretenden castigar. Lo que se esconde detrás de esa actitud no es más que el deseo de salvaguardar intereses económicos que podrían afectarse con conductas que no fueran de buen recibo por parte de los dueños de las finanzas internacionales, que es lo que buena parte de los líderes sionistas son.

El estado de Israel nació a consecuencia del remordimiento universal que dejó el exterminio de seis millones de judíos a manos de los nazis. Indigna entonces ver hoy a sus hijos convertidos en aventajados victimarios. No a todos, por supuesto, pues los sionistas son pocos en comparación con los muchos judíos que todavía recuerdan el dedo acusador de sus mayores y su voz de repudio contra quienes practicaron con ellos esas abominables acciones. Esos buenos judíos no pueden aceptar que ellas se repitan contra otros pueblos. Con esos buenos judíos podemos levantar nuestras voces para exigir el inmediato fin de esta criminal agresión.

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