domingo, 23 de noviembre de 2008

EL SESGO EMOCIONAL DE LA NOTICIA

Por Rodrigo López Oviedo

Decir que una imagen vale más que mil palabras se ha vuelto una perogrullada. Cuando El Caguán era noticia, los noticieros de televisión mostraron en pantalla a dos adoloridas mujeres en momentos en que se confundían en emocionado abrazo con algunos de los soldados y policías que estaban retenidos por las FARC y entre los cuales estaban sus hijos.

Para llevarles su saludo, ellas habían desafiado los peligros de una selva inhóspita y en guerra, lo cual cargaba la imagen de una particular emoción, al tiempo que suscitaba la natural admiración por la valentía y el desprendimiento de que hicieron gala esas mujeres.

Esa imagen valía más que mil palabras, y las palabras sobraban. Sin embargo, brotaron abundantes, pero no para encomiar a las abnegadas protagonistas ni para resaltar los mil significados de su gesta o reclamar una respuesta a sus justas demandas, todo lo cual hubiera sido válido, sino para refundir en la dialéctica de las emociones la racionalidad que exige el anhelado fin de un conflicto que reclama soluciones proporcionales a la inmensa tragedia que ha causado.

Tratamientos sentimentaloides como el que se le dio a esta noticia se repiten a miles. Interesados en llevar al corazón lo que debería llegar al entendimiento, los grandes medios, especialmente los de televisión, han procurado reemplazar el análisis por la exaltación de las pasiones. Por eso llevan a sus noticieros a obispos, políticos y generales a que desfilen con sus lágrimas cada vez que haya que celebrar una entrega unilateral de retenidos, una arriesgada fuga o un atinado rescate. Con los ojos anegados, estos personajes hacen llave con los medios en procura de conmover a una opinión pública que más bien debería ser orientada hacia el examen objetivo de los hechos.

En esa metodología deshonesta está comprometido también el alto Gobierno. De Uribe no hay necesidad de dar ejemplos. Cuando no está montado en tigre, da la impresión de ser la encarnación de la Madre Dolorosa, con quien estamos obligados a la más piadosa devoción. Y como si no fuera suficiente con el Presidente, otras veces es algún ministro el que se apresta a esgrimir su misericordiosa condición.

Ahora le correspondió el turno a Mindefensa. Con motivo del escándalo de las pirámides, lo vimos ponerse del lado de los humildes y sacar de la manga un cuantioso inventario de propiedades del fundador de DMG, con respecto al cual el doctor Santos, esa pobre viejecita sin nadita que comer, encuentra inconcebible que alguien en Colombia pudiera poseerlo. Mediante este expediente, el Ministro pretendió convertir en odio -peligroso mal del corazón- y reorientar contra el sospechoso empresario, las masivas protestas de que el Gobierno estaba siendo objeto por parte de unos clientes que culpan a éste del colapso de una empresa en la que nunca se sintieron engañados.

Definitivamente, no podemos aceptar que las desgracias patrias sean sustraídas del análisis sereno que ameritan, y convertidas en material de borrascosas emociones. Cuando es el concienzudo análisis el que se hace cargo de ellas, las soluciones pueden llegar. Pero si se las deja ocultar bajo el peso de una emoción ciega, en lugar de soluciones veremos desencadenar nuevas violencias, en medio de las cuales los verdaderos culpables lograrán ocultar su responsabilidad y apuntalar los privilegios de que siempre han gozado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre leo con avidez su columna, pues las concepciones que la inspiran me resultan muy cercanas. Además es clara, concisa y de impecable factura. Pero hoy quiero felicitarlo muy efusivamente por la última: "El sesgo emocional de la noticia". Subraya aspectos muy significativos de la perversión propagandística que se ha apoderedo de nuestros medios, para ponerlos al servicio de los intereses que engendraron el embrujo autorititario. Muy acertada. Jairo Rivera Morales