Por Rodrigo López Oviedo
Comenzó la segunda
de las tres fases en que se ha dividido el proceso conducente a la firma de los
acuerdos de paz entre el Gobierno y las FARC. La importancia de esta nueva
etapa radica en que en ella se discutirán los temas de la agenda convenida
durante la primera fase, pero lo observado hasta el momento no da mayores
motivos para la esperanza.
Quienes
esperábamos con un optimismo moderado estos inicios hoy debemos reconocer que incluso
tanta moderación representaba un exceso de candidez. Lo que estamos viendo es
que los anhelos de cambio que embargan a los colombianos no serán representados
por los delegados del Gobierno, pues estos, en particular su vocero, el doctor Humberto
de la Calle Lombana, lo que han manifestado en la práctica es que no están
dispuestos a negociar con las FARC-EP ninguna reivindicación que vaya más allá
de permitirles salir del monte a seguir exponiendo sus ideales políticos, pero
sin el acompañamiento de las armas, y a darles la cara a las víctimas y a la
justicia (porque para ellos no puede haber impunidad), aunque olvidando, eso sí,
los crímenes de Estado y que estos deben quedar bajo la égida del Código Penal.
¿Que el país
está viendo cómo cunde la crisis en la salud, en la educación, en los servicios
públicos domiciliarios a causa de unas políticas neoliberales que han fracasado
en todo el mundo? No importa. El doctor de la Calle ha dicho que ese modelo no estará
para la discusión en la Mesa de Diálogos.
¿Que lo que le
sobrevendrá al país a consecuencia de los megaproyectos minero energéticos y
agroindustriales será la devastación medioambiental y la pérdida de la
soberanía alimentaria? No importa. La inversión extranjera, como principal
responsable de esos flagelos, tampoco será objeto de discusión.
¿Qué la escuela
en que han venido siendo formadas nuestras tropas ha sido la responsable en
parte de que ellas se hayan visto comprometidas en actos violatorios de los
derechos humanos, que desdoran su honor y su legitimidad? No importa. El
Gobierno no está dispuesto a discutir el tipo de doctrinas que deben imperar en
los cuarteles.
En fin: lo que
en la práctica nos está diciendo el doctor De la Calle es que en la Mesa de La
Habana él no será quien represente las angustias de los colombianos, ni lo
serán los demás integrantes de la delegación del Gobierno. Que quienes
aspiramos a obtener reivindicaciones como las anteriores, y otras derivadas del
preámbulo de la agenda, debemos consignar nuestra esperanza en lo que puedan
hacer los negociadores de las FARC o resignarnos a otros 50 años de violencia.
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