lunes, 23 de julio de 2012

BAUTIZO EN LAS CALLES

Por Rodrigo López Oviedo

El pueblo sigue reclamando en las calles, y con qué vigor, soluciones inmediatas a un sinnúmero de problemas. Tal vez el más importante sea el del desempleo. Quien lo padece no puede resolver otros problemas que podrían solventarse con un salario. Pero a la par que empleo digno, es decir, bien remunerado y con todos los derechos prestacionales y de seguridad social que se merecen los productores de la riqueza nacional y que una sociedad democrática debe garantizarles, este pueblo también está reclamando las contraprestaciones que es lógico esperar de un Estado que no solo le cobra impuestos, sino que también debería ser el administrador eficiente de las riquezas de la nación.

El problema es que las ingentes sumas originadas en los impuestos se destinan en elevadísimo porcentaje a la defensa de los intereses de las clases oligárquicas, y las riquezas patrias le vienen siendo entregadas al capital extranjero a precios de gallina flaca.

Por eso las protestas callejeras se estén convirtiendo en pan de cada día, y cada día cobran mayor esplendor y fuerza. Las del pasado 19 de julio, realizadas en todo el país, estuvieron orientadas a la derogatoria de la Ley 100, de la cual fue ponente un señor que después terminó luciendo poncho y perrero desde la Presidencia de la República y al que le debemos que la salud esté saliendo de cuidados intensivos rumbo a la morgue. Varias de estas protestas contaron, como casi nunca había ocurrido, con la presencia de autoridades oficiales en varias ciudades, lo cual deja traslucir que el descontento no está solo entre los gobernados.

Pero, además de lo anotado,  tuvo otro ingrediente especial, del cual lo único lastimoso es que, como suele suceder, haya terminado siendo silenciado por los grandes medios. En medio del multitudinario despliegue de camisetas blancas con que se adornaron los concurrentes, otros cientos de ciudadanos se hicieron sentir con otras camisetas, blancas también, pero con un Bolívar desnudo al pecho que empuñaba el tricolor nacional. Eran hombres y mujeres que salieron de los más diversos confines de la patria a  constituir los Consejos, los Comités y las Juntas Patrióticas departamentales, es decir, las instancias de dirección regional que han de replicar en cada departamento las orientaciones nacionales de la Marcha Patriótica, y que quisieron recibir su bautismo en esta jornada.

Ese es el camino que viene trasegando nuestro pueblo: el camino de la organización al calor de sus propias movilizaciones. Es el camino que debe recorrerse cualquiera que sea el altar en el que se comulgue, especialmente si es en el del Polo, si no se quiere quedar desbordado por la historia.

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