domingo, 3 de junio de 2012

INDIGNACIÓN A LA COLOMBIANA

Por Rodrigo López Oviedo

Las vigorosas marchas de los trabajadores estatales, realizadas bajo el cálido sol del pasado 30 de mayo y el pesado silencio de los grandes medios, representan una ratificación de la indignación que hemos venido evidenciando durante los últimos años y a la que nos están conduciendo todas las políticas neoliberales de las castas oligárquicas en el poder.
Podría decirse que los colombianos, mediante tales movilizaciones, nos estamos sintonizando con muchos otros pueblos del mundo, otrora poderosos y estables, como los europeos y de Estados Unidos, de los cuales resultaba impensable verlos en el estado de conmoción en que hoy se encuentran, exigiendo el fin de políticas que a nosotros también nos han sido impuestas y que al igual que a nosotros los están dejando sin pan y sin techo, sin educación y salud.

Sin  embargo, a diferencia de tales movilizaciones, las nuestras no obedecen a inciertas convocatorias que llegan por las redes y de las que se desconocen sus orígenes, aunque hayan tenido garantizado su éxito por tocar las fibras más sentidas  por esas sociedades, que  ya habían sido estimuladas por políticas neoliberales  impuestas con el fin de exacerbar la explotación en provecho de los dividendos del gran capital o buscando la solución de la profunda crisis capitalista.
No, nuestras movilizaciones, ya sean las adelantadas por los corteros de caña, por los trabajadores de la salud o de la educación, por los indígenas con su Minga, por los estudiantes universitarios con su MANE, por los luchadores contra la megaminería, por quienes salen en defensa del medio ambiente y la soberanía, o bien sean las movilizaciones del Congreso de los Pueblos o de la Marcha Patriótica, todas esas movilizaciones sociales han tenido en común que se sabe a cierta quienes las han convocado y con qué propósitos y, lo que es más importante, que casi todas han dejado estructuras de organización que les permiten proyectar nuevas movilizaciones en procura de sus objetivos, tanto los específicos como los generales.

Tal vez el factor de menor progreso, pero que a las claras nos muestra un derrotero hacia el que debemos avanzar, es el relacionado con la sincronización de todas esas iniciativas y organizaciones. Seguimos todavía sometidos al espíritu de capilla, aunque con obispos y arzobispos menos dados a los dogmatismos del pasado y más llamados a dialogar. Eso es lo que se está logrando a través de la Coordinación de Movimientos Sociales y Políticos de Colombia y lo que quedó corroborado con la movilización de la Marcha Patriótica.
Ojalá que ese espíritu prevalezca y se desarrolle. Nuestros indignados hermanos, los trabajadores europeos y estadounidenses, recibirían agradecidos nuestro aleccionador ejemplo.

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