Por Rodrigo
López Oviedo
Solo se requirió una semana para que las
gabelas y la impunidad que campeaban en la reforma a la justicia, y que
beneficiaban a los representantes de la casta oligárquica en el Congreso, las
Cortes, el generalato y el alto Gobierno, cayeran demolidas por la respuesta
popular, que bien pronto les notificó a los tres poderes que los aires que hoy
oxigenan al movimiento social son aires de resistencia y de cambio, parecidos a
los que despeinan el paisaje en otros lares.
Lo bueno de este trance es que, además, le ha
servido al país para evidenciar que su Presidente carece de la entereza
suficiente para reconocer la responsabilidad mayúscula que ha tenido en el
estercolero suscitado, no solo por haber contado con una polea de transmisión permanente
en las discusiones del Congreso, su ministro de Justicia, sino por haber estado
atizando a su bancada de la Unidad Nacional para que desconociera los justos
reparos de la oposición y le aprobara el adefesio que finalmente sacó a las
calles a las vanguardias democráticas del país en procura de dar inicio a los
procedimientos revocatorios.
Ojalá que eso tan bueno continúe siéndolo. Y
seguirá siendo bueno si no nos conformamos con ver por los suelos este nefasto
proyecto y, al contrario, avanzamos hacia el entendimiento de que solo mediante
transformaciones revolucionarias, orientadas a la creación de un Estado democrático,
amigo de la paz, cimentado en los intereses de los ciudadanos y comprometido en
avanzar hacia la abolición de toda explotación del hombre, podremos hacer de
Colombia el paraíso que está llamado a ser por tener los recursos naturales y
humanos que para ello se necesitan.
Por supuesto que no se trata de una bagatela.
Es una tarea descomunal, revolucionaria, que sin embargo podemos cumplir si
entendemos e interiorizamos la importancia de tres ingredientes que ya han
demostrado su eficacia en otras luchas: La unidad para juntar recursos humanos
y materiales, la organización para que no se desperdicien y la movilización para
sacarles el provecho que a todos convenga.
Son ingredientes teóricamente compartidos por
el PDA, la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos, la Mane, la Minga
Indígena, la CUT y muchas otras organizaciones sociales y políticas.
Desafortunadamente, y esto es lo malo, sin que se hayan visto materializados en
acciones conjuntas. Si viéramos que la alegría de haber logrado el archivo del
nefasto Acto Legislativo sirviera de estímulo a todas estas organizaciones, sería
de esperar que se pusieran de acuerdo para sacar adelante, por ejemplo, un paro
cívico nacional que le hiciera entender al Gobierno que le llegó la hora de
poner sus barbas en remojo.