domingo, 5 de febrero de 2012

PAZ Y TERRORISMO

Por Rodrigo López Oviedo

Volviendo los ojos a la experiencia de El Caguán, los colombianos recordamos una serie de incidentes que condujeron al rompimiento de lo que, por ese entonces, constituyó la más grande expectativa de paz que haya habido en el país después de la que encarnó la Unión Patriótica.

Dos de tales incidentes los recuerda la senadora Gloria Inés Ramírez en reciente artículo de su página web: el del criminal ´collar bomba´ colocado en el cuello de la señora Elvia Cortés y atribuido por el Ministro de Defensa y el Director de la Policía de entonces al Frente 11 de las FARC, y el desvío al Caguán del avión en que era transportado el guerrillero fariano Arnobio Ramos.

En el primer caso hubo de reconocerse después por el propio presidente Pastrana la ninguna participación guerrillera, y en el segundo fueron las propias FARC las que lograron establecer que Ramos había sido cooptado por el Ejército y que toda la maniobra de desvío del vuelo solo tenía el propósito de reinsertar a este personaje en las filas guerrilleras para que realizara acciones de saboteo al proceso de diálogos.

Ahora, cuando los condenables actos de violencia terrorista en el sur del país son contestados por Santos y su ministro de Defensa con una pronta y contundente sindicación de los mismos a las FARC, sin que se sepa de investigaciones que arrojen claridad sobre tales hechos, no podemos menos que abrir nuestras entendederas a lo que nos ha mostrado la historia.

Sin negar la posibilidad de que haya sido esta organización guerrillera la autora de tan lamentables hechos, en los cuales perdieron la vida 18 colombianos, entre civiles y miembros de la Fuerza Pública, no podemos pasar por alto otras eventuales autorías, caso en el cual nos sentiríamos forzados a preguntar el por qué de tan apresuradas condenas.

¿Será que con ellas se busca evitar que se dé paso a las investigaciones que el país espera y procurar que caiga el manto de la impunidad para sus reales culpables? ¿Será que se quiere sembrar con adicionales obstáculos el proceso ya casi fracasado de entrega de los seis miembros de la Fuerza Pública que andaba en camino? ¿Se pretenderá obstaculizar cualquier pronunciamiento, nacional o internacional, a favor de tantas propuestas como las que se han conocido a favor de un proceso de diálogos.

Solo los autores intelectuales y materiales de las apresuradas condenas pueden dar la respuesta a estos interrogantes. Mientras tanto, el país debe ir aprendiendo de la historia y ver en ella el cúmulo de coincidencias que se han dado entre propuestas y experiencias de paz y acciones saboteadoras del terrorismo.

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