lunes, 9 de mayo de 2011

EL REFERENDO ECUATORIANO Y LA LIBERTAD DE PRENSA

Por Rodrigo López Oviedo

Muy intensas han sido las preocupaciones que a lo largo del continente han despertado los resultados del referendo ecuatoriano del pasado sábado, particularmente el relacionado con el visto bueno a la propuesta gubernamental de cancelar toda autorización a banqueros y similares para participar de la propiedad accionaria en los medios de comunicación. Como tal decisión ha hecho correr la especie de que esta medida atenta contra la libertad de prensa, vale la pena reflexionar un poco sobre sus fundamentos.

Cada vez es más evidente que en países socio-económicamente tan desiguales como los nuestros, los medios de comunicación son los defensores a ultranza de los sectores sociales que los patrocinan. Esto los lleva a defender intereses encontrados, aunque no es raro que se presenten eventuales coincidencias entre ellos, sobre todo cuando las condiciones políticas los obligan a participar mancomunadamente del juego defensivo de los intereses de la clase en la que están insertos.

La libertad de prensa en sí es defendida con especial ahínco por los dueños del capital, que son los principales beneficiarios del statu quo. Mientras más estable sea este, tanto mejor para ellos. Y si de evitarle alteraciones se trata, ellos están dispuestos a hacer lo que sea, incluso a utilizar la libertad de prensa para distorsionar la verdad de los hechos, acomodarlos a lo que más les convenga e, incluso, a movilizar a la masa en contra de los intereses de ella misma, pues siempre habrá una argucia para hacerle ver como favorable lo que en verdad la perjudica. Así está sucediendo, por ejemplo, con el problema de los bajos salarios, pues no es que con ellos el capitalista pueda acumular más capital, sino que él, noblemente, podrá generar más puestos de trabajo.

Antes que libertad de prensa, lo que conviene al pueblo es tener el derecho a estar informado de una forma oportuna, imparcial y veraz. Se trata, por cierto, de tres virtudes que solo puede garantizarlas el pueblo mismo. Pero requiere que esté organizado, que se eduque ideológica y políticamente y que esté dispuesto a aportar en el esclarecimiento de los fenómenos sociales que lo afectan. Solo sobre estas bases podrá contar con medios desde los cuales pueda trazar las orientaciones capaces de ayudarlo en la solución de los problemas del momento y en la construcción de derroteros para que el mañana sea mejor que el presente de miseria que les toca vivir a tantos y tantos. Así lo entendió el presidente Correa, y por ello buscó y encontró en las urnas, aunque con justificadas resistencias, los avales para que su Revolución Ciudadana adopte los cambios respectivos.



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