lunes, 9 de agosto de 2010

NO NOS HAGAMOS ILUSIONES

Por Rodrigo López Oviedo

Algo característico de los candidatos oligárquicos es que en campaña actúan como si fueran de oposición. Alaban lo que hace el mandatario en ejercicio, pero anuncian que lo que habrán de hacer cuando estén en el poder será muy distinto. Esos candidatos son conscientes de que, así las encuestas favorezcan al mandatario, el problema de la olla sin hueso se hará sentir en las urnas, y ellos se comprometen a resolverlo. O al menos, estando en campaña, necesitan hacer creer que se resolverá. Por eso, terminan habiendo tantas coincidencias entre las demagógicas promesas oligárquicas y las propuestas de la oposición; y por eso los discursos de posesión de los oligarcas electos no pasan de ser un sartal de mentiras, que la gente necesita oír para hacerse a la ilusión de que hubo un verdadero relevo y de que ahora sí cesarán las privaciones en las que siempre han tenido que vivir.

El discurso de Santos fue precisamente eso: un inventario de las cosas que se han dejado de hacer, especialmente durante los más recientes mandatos. Siendo tan largo ese listado, pero especialmente, tratándose de cosas que tienen que ver con la satisfacción de las necesidades más apremiantes de los colombianos y de su cohesión social, resultaría inexplicable la popularidad con que terminó Uribe si no fuera por el inmenso apoyo que recibió de los medios de comunicación. Lo peor es que al igual que todos los discursos de posesión de los anteriores mandatarios, el de Santos también pasará a la historia como una lista más de promesas incumplidas y, al igual que tales mandatarios, también él contará con la absolución de esos grandes medios.

En lo que sí parece que habrá novedades es en el estilo de gobernar. O al menos hagámonos esa ilusión, pues resultaría inaguantable que el estilo pendenciero de estos ocho años tuviéramos que sufrirlo por otros cuatro más. De esa necesidad es consciente el propio Santos, y así se lo dijo a Uribe, como disculpándose: “a veces podemos diferir en la forma de llegar”. Eso, en plata blanca, significa que el puerto de los propósitos oligárquicos siempre es el mismo; lo distintos son los caminos que utilizan para arribar, aunque algunas veces se les entrecruzan por complicidades, como lo están los de Santos y Uribe.

En lo demás, no nos hagamos ilusiones. Por más que la ceremonia de posesión del presidente Juan Manuel Santos haya dejado entrever otra cosa, durante los próximos cuatro años, que ojalá no se nos vuelvan ocho, seguiremos viendo cómo los mismos de siempre siguen repartiéndose la hacienda pública y utilizando los resortes gubernamentales en su exclusivo beneficio.

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