lunes, 21 de diciembre de 2009

QUEJA AL SUPERINTENDENTE DE SALUD

Por Rodrigo López Oviedo

Mientras vacilaba para este comentario entre los temas de la Reunión de Copenhague y el Informe sobre la toma del Palacio de Justicia, me vi en un percance de salud que me resolvió la incertidumbre en favor de la denuncia del hecho al Superintendente de Salud. Los siguientes fueron los términos:


Respetado Superintendente:


Aproximadamente a las 9 A. M. del 30 de Septiembre de 2009, estando de consulta con el otorrinolaringólogo Jaime Ernesto Baquero en los consultorios de la NUEVA EPS de la carrera 5ª con calle 42 de Ibagué, me sobrevino un desmayo con convulsiones y pérdida del sentido de la ubicación. El mencionado doctor Baquero me prestó sus esmerados auxilios y me remitió a urgencias para que me examinara un neurólogo.

Esta remisión demoró más de dos horas en materializarse, pues los funcionarios administrativos de la EPS no hallaban ambulancia ni centro de urgencias con neurólogo a donde me pudieran remitir. Por fin, aproximadamente a las 11.30 A. M., fui remitido a la Clínica Ibagué, pero cuál no sería mi sorpresa al saber que ésta Clínica no disponía de un neurólogo.

Como a eso de las 2.30 P. M., luego de tomarme un TAC y otros exámenes, la Clínica Ibagué me devolvió a la NUEVA EPS con el argumento de que allí encontraría un neurólogo atendiendo las citas del día. No habiendo ya ambulancia, regresé en taxi a la NUEVA EPS, donde efectivamente estaba atendiendo el neurólogo Germán Alonso Palacios. Se imaginará usted mi nueva sorpresa al saber que este hipocrático doctor Palacios se negó a atenderme porque, según dijo, ese lugar no era un centro de urgencias. Al final, sólo pudo lograrse que este profesional revisara el TAC y me formulara fenitoína mientras conseguía una cita.

Para el 22 de octubre de 2009 logré cita con el mismo doctor Palacios. Ese día me formuló nuevamente fenitoína y me ordenó un electroencefalograma. La fecha del encefalograma, inexplicablemente, solo pudo concretarse el 19 de diciembre, día en el que por fin se me practicó el examen, aunque sentado en una silla porque el sitio carecía de camilla, y sosteniendo en mis propias manos una lámpara, pues tampoco se disponía de un trípode.

Y como si lo anterior fuera poco, allí, en pleno examen, mientras sostenía aquella lámpara, me sobrevino una nueva pérdida de conocimiento, con todo y convulsiones. Lo que vino después fue ver a mi esposa que me sostenía en sus brazos al tiempo que clamaba por una camilla, por un médico y por una adecuada atención. Nos sugirieron entonces ir a las urgencias de la Clínica Minerva donde encontré que efectivamente tienen un neurólogo, pero que resultó ser el mismo doctor Palacios que me negó su atención el 30 de septiembre, quien tampoco ahora pudo atenderme porque, ríase señor Superintendente, sólo atiende a los hospitalizados de la Clínica, no a los de urgencias.

Ante lo anterior, cabe preguntar: ¿Nos hemos quedado en la NUEVA EPS sin un servicio tan vital como el de urgencias? ¿Tampoco las clínicas contratadas por LA NUEVA EPS están obligadas a prestarlo? ¿Ni siquiera un aspecto tan sensible como la salud podrá contar con la atención diligente del Estado? ¿Habrá quién le ponga freno al abandono en que vamos quedando los colombianos?

El país espera su respuesta, señor Superintendente.

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