domingo, 26 de abril de 2009

UN PRIMERO DE MAYO EN RESPUESTA A LA CRISIS


Por Rodrigo López Oviedo

Que los trabajadores seamos las primeras víctimas en los períodos de crisis es verdad sabida y por casi todos aceptada, además de deseada por los dueños del capital. Esta afirmación no entraña novedad alguna, pero sí demuestra la irracionalidad a la que llegan los capitalistas.

Comparando a burgueses y proletarios, o digamos, más bien, a burgueses y asalariados, para que no se resientan algunos proletarios vergonzantes que preferirían ser vistos como burgueses; comparando a burgueses y asalariados, repito y mitigo, nos encontramos con que los primeros explotan a los segundos no solo a través de la plusvalía que les arrebatan en el proceso productivo, sino también mediante las tasas de ganancia que les sustraen en el mercado. Y si el asalariado corre la suerte de caer en el desempleo, continuará siendo explotado como consumidor, pues en tal condición deberá atender al pago de no solo los costos de producción de lo que consuma, sino también de los correspondientes márgenes de utilidad.

A nadie le conviene más que a los burgueses que haya suficiente capacidad de compra en el mercado, porque si bien es en el proceso productivo donde se genera la ganancia, es en el mercado donde la hacen efectiva. Ocupando como consumidores una posición minoritaria en el mercado, a ellos les conviene que los demás demandantes ostenten un poder compra que se pueda traducir en grandes ganancias. Estando ese poder de compra ligado, fundamentalmente, al valor de los salarios que pagan, una actitud sensata sería la de garantizar salarios decorosos, con lo cual estimularían la demanda, activarían el aparato productivo, generarían nuevos puestos de trabajo y, con la llave del salario, abrirían las compuertas del mercado a nuevos consumidores.

Claro que ese círculo virtuoso lo entiende bien cada capitalista por separado; sin embargo, cada quien aspira a que sean los demás los que se decidan a mejorar los salarios de sus trabajadores, que para los propios ya habrá tiempo. Mientras tanto, la destorcida económica avanza en medio de un desfallecimiento social que las presentes generaciones apenas comenzamos a conocer, pero que la historia de los primeros años 30 del siglo XX nos pinta con caracteres dramáticos para todos, aunque muy especialmente para los trabajadores.

En este próximo Primero de Mayo debemos dar evidencias renovadas de nuestro compromiso a no dejar que se descargue el peso de la actual crisis sobre nuestras espaldas. La presente coyuntura exige como nunca antes del tesón y de la disposición de lucha de todos los trabajadores, además de que demanda el fortalecimiento de nuestras organizaciones, no solo a través del crecimiento numérico de sus afiliados sino también mediante el acato más entusiasta de sus directrices.

En homenaje a los mártires de Chicago, debemos reforzar nuestra unidad en torno a la defensa y conquista del derecho a un empleo digno, a salarios justos, a educación, a salud y a la paz; también a un gobierno sintonizado en los intereses de las mayorías, defensor de los derechos humanos, que propugne por una democracia real y que aproveche las coyunturas para elevar la calidad de vida de los ciudadanos o, si es del caso, para evitar que se deteriore. En fin, en este Día Internacional de los Trabajadores tenemos muchos motivos para manifestarnos en la calle. Que nadie falte.

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