Por Rodrigo López
Oviedo
El doctor Fernando
Londoño no es santo de la devoción de la izquierda. Menos lo es el ex
mandatario del poncho y el perrero. El discurso de estos personajes es profundamente
reaccionario y su práctica política reñida con los postulados de la ética. Las
célebres actuaciones en Invercolsa, a través de las cuales el primero quiso
apropiarse de unos derechos patrimoniales de tal empresa que estaban destinados
a los trabajadores, y el trasegar del segundo por varias entidades del Estado,
incluida la presidencia de la República, desde las cuales hizo lo menos posible
por diferenciarse de Hitler, dan una idea de la catadura moral de tales señores,
y sin embargo ello no justifica el atentado que produjo algunas lesiones al de
Invercolsa ni el que supuestamente le tenía preparado al segundo el “Frente
Carlos Gardel, de las Farc”, como jocosamente lo apuntó un importante
caricaturista.
Debo aclarar que si
lo anterior quedó dicho como si yo pensara que ambas acciones se originaron en
la izquierda no es porque así lo crea. Es porque así quisieron hacérselo creer
al país los grandes medios, apoyados para ello en irresponsables declaraciones
de algunos generales que ni siquiera fueron respaldadas por Santos. Antes por
el contrario, lo que hemos venido constatando es la existencia de una izquierda
cada vez más civilista y resuelta a evitar que hechos aislados de sangre y
terror la distraigan de la construcción de un orden político, económico y
social con más justicia y pródigo en felicidad para todos los colombianos.
Cosa distinta es la
que pueden decir los personeros del establecimiento. Limitados a mostrar una fachada
de democracia que se circunscribe a señalarles a los electores por quién hay
que votar cada cuatro años, el día a día de sus prácticas sí está teñido de
terror y muerte. Y no me refiero solo al terror del desempleo que les imponen a
muchos y a los bajos salarios con que afectan a los demás, ni a los dispensarios
de muerte en que convirtieron nuestras instituciones de salud mediante la
expedición de la Ley 100. Me refiero a las mucho más concretas manifestaciones
de terror y de muerte que hemos conocido, por ejemplo, a través de las
desapariciones forzadas y las ejecuciones por fuera de combate, también
conocidas como falsos positivos, las cuales no nos dejan más alternativa que
reconocer que estamos ante la existencia de típicos casos de terrorismo de
Estado.
Estando el Estado en
manos de la derecha y siendo un Estado terrorista, no nos queda más que colegir
que el terrorismo es de derecha, no de izquierda, y que merece nuestro rechazo.