lunes, 13 de junio de 2011

PARA RECUPERAR EL RESPETO

Por Rodrigo López Oviedo

Los sincronizados ataques que sufrió la plataforma informática de la Registraduría Nacional a manos del Ejército, la Policía y el DAS deberían suscitar algunos interrogantes:

PRIMERO: ¿Si el DAS, el Ejército y la Policía son organismos políticamente no deliverantes, qué interés especial podían tener en los resultados de las elecciones que dieron origen al ataque para querer afectarlos con tan repudiable actuación?

SEGUNDO ¿Qué interés podían tener en la suerte de un Registrador al que solo le asistía el pecado de haber señalado públicamente la imposibilidad de la Registraduría de atender a corto plazo una consulta en la que estaba comprometido un tercer mandato del presidente de la República de entonces?

TERCERO ¿De quién recibieron instrucción para realizar tan criminal atentado a la democracia que ellos mismos deberían estar prestos a defender? ¿Quién los coordinó y a quién habrían beneficiado con tan extraño proceder si hubieran logrado coronar los propósitos del avieso plan?

Como para un buen entendedor que quiera entender con pocas palabras basta, simplemente reforcemos las anteriores inquietudes con unas pocas más, en este caso relacionadas con el caso del ex director del DAS Miguel Masa Márquez. ¿Será que a este General, por fortuna en uso de buen retiro, se le torció el corazón en los días que antecedieron al atentado que le quitó la vida a Luis Carlos Galán, o siempre lo tendría dispuesto a responder con las artes que fueran del caso, incluidas las malas, a los llamados de esa clase oligárquica, no importa que su salario proviniera del presupuesto público? ¿Será que su abyección lo llevó incluso a defender a esas oligarquías de los peligros en que pudieran verse sus entronques con las mafias, en ese entonces representadas en Pablo Escobar? ¿Andaría solo el General en ese plan?

Las anteriores reflexiones deberían hacerse en los cuarteles. Ningún país que quiera merecer el respeto del mundo puede permitir que sus organismos de seguridad sean utilizados para acciones criminales. Ejemplos como los mencionados, agravados con desapariciones forzadas, ejecuciones fuera de combate, contubernios con criminales y demás manifestaciones por el estilo deben proscribirse tajantemente y dar lugar al castigo de sus autores materiales y de quienes dan la orden. Pero, más importante que de estos, de quienes se amparan en su poder económico y político para trazar las políticas y ponerlas en curso. No asumir esta reflexión podría llevar a las fuerzas del orden a un nuevo protagonismo, tanto por acción como por omisión, en genocidios como el que se perpetró contra la Unión Patriótica, y que hoy continúa en el asesinato selectivo de sindicalistas, defensores de derechos humanos, periodistas y democrátas en general.

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