Por Rodrigo López Oviedo
Gustavo Petro ha sido un hombre especial. En los recuentos que eventualmente ha hecho de su valiosa existencia, se ha preocupado por presentarse como reacio al uso de las armas, aunque reconoce que participó por cuenta del M-19 en las conversaciones que llevaron a esta organización a firmar los acuerdos de paz que convirtieron a algunos de sus hombres, incluido él, en protagonistas de la política nacional.
Dueño de una envidiable inteligencia, ha logrado sobresalientes desempeños en cuanta actividad ha tenido que participar. Así lo reconocen quienes lo han visto actuar, por ejemplo, en el Congreso, en la plaza pública y como candidato presidencial, escenarios de los cuales siempre ha salido airoso, como también de los duelos verbales que ha sostenido con prestantes personalidades del país, entre las cuales se destacan sus contrincantes de la pasada campaña.
Lamentablemente, Petro tiene un problema de comprensión matemática. Ha dado en la flor de sumar los dos millones y medio de votos que obtuvo en la primera vuelta de la pasada justa presidencial a los tres millones y medio que en la segunda sacó Antanas Mockus. De acuerdo con esa singular operación, que es tanto como si sumara los puntajes que obtuvo en un campeonato a los logrados por otro en otro, una alianza de ellos dos tendría asegurados seis millones de votos, lo que haría imbatible su candidatura, o la de Antanas, a la Alcaldía de Bogotá.
Tan convencido está de las anteriores cuentas que las hizo públicas en la última entrevista que le concedió a Semana.com. Olvidó, eso sí, depurarlas con algunas restas indispensables: las correspondientes a los votos de Garzón, Fajardo y Peñalosa, que ahora no marchan con Antanas, así como los de tantos polistas que votamos por él porque también él era del Polo, y los de muchos otros que sin serlo lo acompañaron con la ilusión de que con él se le pondría fin al impúdico mangoneo que hacen del poder las castas oligárquicas.
En sus análisis, Petro debería tomar en cuenta otros aspectos de elemental política. Por ejemplo, que los electorados no son endosables; que el elector vota de acuerdo con unas circunstancias que, por cambiantes, hacen también cambiantes sus preferencias electorales. Y que si bien con Antanas podría configurar una alianza interesante, esta no pasaría de ser una alianza electorera, excluyente y alejada del Ideario de Unidad que él mismo contribuyó a forjar en el Polo. Cuando dé muestras de estos entendimientos y actúe en consonancia, podrá recuperar el ascendiente que tuvo en el corazón de quienes ansiamos la conformación de un gran frente que reconstruya al país en beneficio de los más necesitados.