lunes, 18 de abril de 2011

SANTOS, OBAMA Y EL TLC

Por Rodrigo López Oviedo

Los acuerdos suscritos entre Juan Manuel Santos y Barack Obama, en particular los relacionados con el TLC, han causado muchas expectativas, y eso está bien: el TLC es un instrumento que, de ser ratificado por el Congreso norteamericano, comprometerá muchos intereses, tanto a favor como en contra.

Ya el Tratado cuenta con un principio de acuerdo entre estos dos Gobiernos, aunque más valdría decir que de imposición sobre el nuestro. Bien es sabido que el TLC cabalga sobre pautas neoliberales, las cuales, en lo concerniente a relaciones internacionales, se traducen en apertura económica de las fronteras de los países débiles mientras las de los fuertes permanecen herméticas.

Muchos de los trabajadores que se informan a través de Caracol y RCN ven el TLC como un inmenso mar de oportunidades para mejorar sus condiciones laborales -cuando no para salir del desempleo-, derribar las actuales barreras a la sindicalización -entre ellas las que imponen las prácticas de tercerización, propias de las mismas doctrinas neoliberales-, superar el miedo a asumir plenamente sus condiciones de liderazgo y, en fin, todo lo que pueda relacionarse con el oprobio en que vivimos los colombianos en materias tan importantes como derechos humanos, laborales y sindicales.

Lo que estos ingenuos compañeros parecen desconocer es que los compromisos a que se ha llegado en estos sentidos no harán parte del TLC. Esto quiere decir que no son vinculantes y que Santos podrá olvidarlos una vez el tratado sea ratificado, sin correr el riesgo de reclamos por parte de Obama, pues tales compromisos no están en su corazón, que por ser corazón de negro debería rezumar bondad, como la que rezumaban los corazones de Luther King y Nelson Mandela.

Y parecen ignorar también que el origen de esas recomendaciones, que en últimas será a lo que queden reducidas, está en las presiones salidas de la bancada del Partido Demócrata, del sindicalismo norteamericano que se expresa por solidaridad de clase y, fundamentalmente, de los empresarios estadounidenses, quienes no estiman suficientes las gabelas recibidas de nuestros anteriores gobiernos y quieren aumentar su competitividad en nuestro mercado obligando a los empresarios locales a encarecer sus costos de producción.

Por eso, quienes no tragamos entero seguiremos firmes en nuestro rechazo a esta imposición imperial. Así lo haremos sentir con nuestra participación en la conmemoración del Primero de Mayo, día internacional de los trabajadores, en la cual saldremos, además, a expresar el reconocimiento a nuestros mártires, a reclamar por un mundo más humano, a manifestar nuestro compromiso de ayudar a construirlo y a darle continuidad a las pasadas movilizaciones, en particular a la que realizamos el pasado siete de abril.

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