lunes, 5 de diciembre de 2011

UNA MOVILIZACIÓN CON BEMOLES

Por Rodrigo López Oviedo

Seguramente hoy les irá muy bien a nuestras castas oligárquicas en su propósito de movilizar a la sociedad contra las FARC. Así lo hace creer la descomunal campaña que orientaron a explotar el dolor producido por la muerte de cuatro miembros de la Fuerza Pública que, sin saberse utilizados en la defensa del statu quo, se dieron a la ingenua tarea de contribuir a ponerle fin a una organización guerrillera que está soportada en siglos de abandono a los intereses populares, sin prever, tal vez, que, en esa lucha, ellos podrían ser los próximos en caer.

No obstante que compartimos ese profundo pesar, no podemos dejar pasar inadvertido el hecho de que él no puede ser menor que los muchos otros pesares que llevamos en el alma por cuenta de una violencia que ha sido concebida por las oligarquías para extirpar los gérmenes de unidad popular que en el país se vayan dando.

Paro no ir muy lejos, el proceso unitario que se vivía en torno a Jorge Eliécer Gaitán fue ahogado en sangre. El que crecía pujante en torno a la Unión Patriótica y a Jaime Pardo Leal corrió igual suerte, e igual el que comenzaba a perfilarse en torno a Carlos Pizarro.

Los representantes del establecimiento conocen bien que a esa violencia es a la que responden las fuerzas que hoy confrontan con las armas al régimen oligárquico; y aunque el régimen sabe que militarmente no podrá acabar con ellas, se niega a hacerlo mediante los procedimientos del diálogo, escudándose siempre en el argumento falaz de que no puede repetir la historia del Caguán, cuando nadie sabe mejor que ellos que tales diálogos fracasaron, fundamentalmente, por la renuencia de los negociadores del Gobierno a acceder a las propuestas surgidas de tales diálogos.

El Gobierno comete un crimen peor que el que pretende denunciar con movilizaciones como las de hoy al evadir con sofismas su responsabilidad por la suerte de quienes aún permanecen en manos de la guerrilla. El camino a seguir lo señaló el Estado de Israel al liberar a más de mil soldados palestinos a cambio del cuerpo de un solo soldado israelí.

Así la suerte de la paz y de la guerra no le interese, el Gobierno sí debe preocuparse al menos por la recuperación de los cautivos mediante el diálogo. Con un logro de esa naturaleza, podría disminuir un poco la temperatura del conflicto, a no ser que siga interesado en continuar beneficiando a los mercaderes de la guerra y beneficiándose él mismo con la eterna explotación del sambenito de la infiltración fariana para justificar la represión contra las luchas populares.

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